miércoles, 5 de noviembre de 2008

Primera Parte

Se puede ser un negacionista -un incrédulo en todo lo que tenga que ver con el evento histórico conocido como el Holocausto llevado a cabo por los Nazis actuando bajo órdenes directas de Adolfo Hitler y Heinrich Himmler- sin ser un simpatizante Nazi. Después de todo, el gran abuelo del negacionismo Paul Rassinier, quien fuera atrozmente atormentado por los Nazis y llevado hasta los mismos linderos de la locura y los límites del dolor extremo con lo cual seguramente quedó traumado de por vida con el equivalente de un síndrome de Estocolomo extremo no era un Nazi, era de hecho un comunista. (Al igual que el famoso caso de la heredera Patty Hearst que tras ser secuestrada por el Ejército Simbionés de Liberación terminó sirviendo incondicionalmente a sus captores incurriendo en actos fuera de la ley, Paul Rassinier después de haber sido sometido por los Nazis a martirios atroces terminó convirtiéndose en un apologista de sus verdugos que lo llevaron a los límites de la locura). Pero es imposible ser un Nazi o un neo-Nazi sin ser un negacionista, ya que es “obligación sagrada” de todos los ultraderechistas contemporáneos el restaurarle su “honor” a Hitler y a Himmler pese a que ambos demostrando ser unos viles cobardes se hayan quitado ellos mismos sus propias vidas antes que confrontar los crímenes que sabían que les serían achacados a ellos. De este modo, el neo-Nazi barcelonés Joaquín Bochaca, no pudiendo quedar atrás, escribió otro libro más para agregarlo a su vasta enciclopedia de fábulas, titulado El Mito de los Seis Millones: El fraude de los judíos gaseados por Hitler:





En este libro, Bochaca no contribuye con nada nuevo que no haya sido escrito ya anteriormente por otros revisionistas como él, y para erosionar esta obra suya sólo basta con consultar las erosiones que se hayan llevado a cabo de sus compinches en el neo-Nazismo tales como David Irving y Robert Faurisson.

Si hemos de dar credibilidad a este libro de Bochaca, esperamos dársela en base a las referencias sobre las cuales se apoya para darle respetabilidad a su libro, esperando la no-inclusión de los conocidos pseudo-historiadores neo-Nazis de siempre que sólo se han dedicado a inventor. Sin embargo, la esperanza de que Joaquín Bochaca haya recurrido a fuentes de información imparciales y objetivas se empieza a desmoronar ya que consultando su bibliografía encontramos a la caterva de revisionistas que nunca pueden faltar, ya que una de las “doctas” fuentes de información de Joaquín Bochaca sobre el tema del Holocausto es el libro The Hoax of the Twentieth Century (El Timo del Siglo Veinte) de nadie menos que el tristemente célebre Arthur R. Butz:





¿Y quién es exactamente Arthur R. Butz? ¿Es un historiador experto con amplio dominio sobre el tema? ¿Es algún sobreviviente del campo de concentración de Auschwitz presto para desmentir con su testimonio lo que ocurrió en dicho lugar? ¿Fue algún corresponsal de guerra durante la Segunda Guerra Mundial que estuvo junto con las tropas aliadas al momento de llevarse a cabo la liberación de los prisioneros de guerra en los campos de concentración Nazis?

Ni lo uno ni lo otro. La especialidad de Arthur Butz es la ingeniería eléctrica, tema sobre el cual imparte clases en la Northwestern University. Su libro fue publicado por vez primera por nadie menos que por Anthony Hancock, un editor inglés dedicado en cuerpo y alma a la impresión de libros de extrema derecha alabatorios de Adolfo Hitler y el Nazismo. Sesenta y un colegas suyos del departamento de ingeniería eléctrica y ciencias computacionales lo han denunciado como una verdadera vergüenza y descrédito para la Northwestern University, especialmente después de que se puso abiertamente de lado del Presidente de Irán Mahmoud Ahmadinejad, el mismo que está construyendo en estos bombas atómicas para borrar al estado de Israel del mapa pero que insiste que el exterminio judío llevado a cabo por Hitler nunca ocurrió.

¿Cómo es posible que unos tipos que al mismo tiempo que abogan por el exterminio total por todo un segmento poblacional insistan al mismo tiempo que tal intento jamás pudo haber ocurrido a instancias de quien hace medio siglo tuvo en sus manos todos los recursos para cometer tal acto? Este es uno de los misterios de la mente humana, indicativo de las enormes y profundas contradicciones mentales en las que esta clase de historiadores amateurs incurre con la mayor naturalidad del mundo, y se dejará al lector el juzgar por sí solo qué grado de equilibrio mental o rectitud ética pueden poseer este tipo de personas.

Otra “docta” fuente de información citada por Joaquín Bochaca que no podía faltar en su negacionista tracto es el libro Did six millions really die?:





del revisionista Richard E. Harwood, el cual utilizando la “técnica de los seudónimos” que los ultraderechistas tanto le achacan a los judíos dizque para ocultar su “judaísmo” es en realidad Richard Verrall, otro conocido neo-Nazi pro-Hitleriano inglés, ávido y entusiasta adherente de las doctrinas de “purificación racial” que los Nazis planeaban implementar a escala global sobre todo el planeta. Para Richard Verrall, el negarle la posibilidad de reproducirse y tener hijos a razas “inferiores” tales como los negros, los judíos, los chinos, los mestizos mexicanos y los descendientes de indios nativos del continente Americano debe ser la mayor prioridad del mundo, a menos de que se retenga a unos cuantos de ellos para poder servir como mano de obra esclava al servicio de las “razas superiores” que verán por ellos según sea necesario. Tal es la ideología de Richard Verrall alias Richard E. Harwood (no confundir con el extraordinario y virtuoso cellista del mismo nombre que jamás ha sido ningún neo-Nazi). ¡Y aún así con este modo de pensar hay muchos ultraderechistas mexicanos y latinoamericanos que lo admiran y le aplauden a este moderno propulsor de las doctrinas de “limpieza étnica” que ciertamente jamás formaron parte de las enseñanzas de Jesús !

Aún otra “docta” fuente de información citada por Joaquín Bochaca es el texto La Mentira de Auschwitz de Thies Christophersen (él es precisamente el creador de la palabra Auschwitzlüge.) ¿Y quién exactamente era Thies Christophersen? ¿Acaso era un académico de la Universidad de Stanford? ¿O posiblemente se trataba de un prestigioso periodista de Canadá al que los Nazis le permitieron acceso ilimitado a los campos de concentración para que desde allí pudiera reportar al mundo entero acerca del “trato humanitario” dado en dicho campo a los prisioneros?

Ni lo uno ni lo otro. Thies Christophersen no pasó de ser en su vida más que un simple granjero. Bueno, a decir verdad fué algo más que un simple granjero. Se educó dentro de las SS de Himmler en el Nazismo a ultranza como si esta actividad fuese una profesión de tiempo completo, los mismos individuos con uniformes de negro a los cuales se les fanatizó en grado extremo y los cuales han sido responsabilizados por los más atroces crímenes de guerra cometidos durante la Segunda Guerra Mundial. Este individuo, el cual después de la conclusión de la Segunda Guerra Mundial pasó parte de su vida en prisión por sus actividades de promoción del neo-Nazismo y se la pasó huyendo de un país a otro, apareció en dos videos en los cuales declaró que era un privilegio para los prisioneros el ser llevados a Auschwitz (¿?), los prisioneros eran atendidos de modo excelente por sus captores (¿?) y les era dada la oportunidad de ser redistribuídos en “grupos de trabajo” (mano de obra esclava) de acuerdo con sus profesiones. A continuación lo tenemos del lado derecho de la siguiente fotografía en donde aparece junto con el conocido negacionista, Ernst Zündel, el cual también tiene su propio historial de prisión:





Destaca el hecho de al expirar Thies Christophersen sus familiares cercanos ya habían cortado toda relación con él, muriendo en 1997 en la casa de un amigo (también neo-Nazi) que lo estaba ocultando.

De creer en los alegatos de los neo-Nazis de hoy, pudiera parecer a primera vista que las estancias en prisión de todos estos revisionistas son a causa de que todos los sistemas judiciales del mundo entero, al servicio de “la gran conspiración judía masónica comunista”, han iniciado una cacería en contra de ellos por ser un estorbo para “el triunfo de la gran conspiración”. Pero esto no es así. Estos pájaros de cuenta han aterrizado en prisión por incurrir en falsedad de declaraciones y presentar pruebas falsas ante los tribunales. Si alguien afirma que Joaquín Bochaca nació en la ciudad de Barcelona el 5 de septiembre de 1931, ningún juez en ninguna parte del mundo se atreverá a meterlo a la cárcel o imponerle alguna multa porque tal hecho es verdadero, es un dato cuya veracidad ni siquiera el señalado pondrá en tela de duda. Pero si alguien afirma ante la policía y ante los tribunales que Joaquín Bochaca cuando tenía 24 años de edad asesinó en compañia de otros jóvenes miembros de la Falange a un homosexual vale más que tenga a la mano las pruebas o los testimonios de testigos que lo apoyen en su dicho, porque de lo contrario terminará también una temporada en prisión por falsificación de datos e invención deliberada de mentiras ante los jueces.

Otra “docta” fuente de información consultada y citada en su bibliografía por Joaquín Bochaca es Austin Joseph App, con su panfleto The Six Million Swindle (El Timo de los Seis Millones) publicado en 1973. Los argumentos de este neo-Nazi que le gustaba hacerse pasar como un “devoto autor católico” fueron incorporados en su totalidad por la “escuela” revisionista conocida como el Institute for Historical Review (IHR) en el panfleto “66 Preguntas y Respuestas Acerca del Holocausto”, los cuales son analizados y comentados por los mismos judíos, razón por la cual Spectator no dedicará espacio aquí para erosionar a esta referencia de Joaquín Bochaca.

Estos son tan solo algunos de los autores sobre los cuales se apoya Joaquín Bochaca para llevar a cabo su gran revisión histórica acerca de lo que ocurrió en los campos de concentración Nazis.

Hay libros notoriamente ausentes en la bibliografía de Joaquín Bochaca, tales como el libro The German Opposition to Hitler de Hans Rothfels, y el cual siendo judío entre otras cosas habla acerca de los alemanes que no eran Nazis y que fueron a parar a los campos de concentración en donde la pasaron muy mal bajo el bestialismo Nazi. Otro libro notoriamente ausente en la bibliografía de Joaquín Bochaca es la obra Denying the Holocaust: The Growing Assault on Truth and Memory de la académica norteamericana Deborah Lipstadt:





la cual a diferencia de la gran mayoría de los revisionistas re-inventores de la Historia posee grados de Maestría y Doctorado en la materia de su especialidad. Tal vez su preparación académica y la contundencia de su respuesta a los revisionistas charlatanes es lo que le ha ganado la distinción de ser prácticamente proscrita de la literatura negacionista neo-Nazi.

Entremos ahora dentro del tracto El Mito de los Seis Millones de Joaquín Bochaca para ver si podemos aprender algo nuevo de dicho libro. Hojeando el libro al azar, encontramos el siguiente párrafo en la página 7:

Numerosos escritores norteamericanos han narrado detalladamente las medidas tomadas por el movimiento sionista para hacer entrar en la (Primera) guerra (Mundial) a los Estados Unidos.

Aunque Joaquín Bochaca habla de “numerosos escritores norteamericanos”, sólo cita a uno aquí en un pie de texto, Benjamin Freedman, el cual tenía quince años de edad cuando el documento apócrifo Los Protocolos de los Sabios de Sión apareció en Rusia. Tras la muy posible lectura de los Protocolos y el libro El Judío Internacional de Henry Ford (inspirado en los Protocolos), Freedman terminó convenciéndose a sí mismo en la realidad de una supuesta “gran conspiración judía comunista” originada en Europa para apoderarse del planeta, y terminó convirtiéndose en uno de los más feroces antisemitas que haya habido en la Unión Americana. El documento Common Sense de Benjamin Freedman al cual hace referencia Joaquín Bochaca, lejos de haber sido un periódico acreditado o una revista de publicación nacional en los Estados Unidos, era uno de los pasquines típicos de la extrema derecha que alimentan las bibliotecas del neo-Nazismo tales como el panfleto antisemítico The Broom fundado por un tal Fred de Aryan y editado por su padre C. Leon de Aryan quienes tomaron muy en serio lo “ario” de su apellido. A continuación se reproduce la portada de un ejemplar del pasquín Common Sense junto con la fotografía de Benjamin Freedman:





Avanzando un poco más adelante en el libro, encontramos unas afirmaciones de Joaquín Bochaca que nos pueden parecer extraordinarias a primera vista:

El bien conocido sionista Samuel Fried escribió, también, en 1932: “La gente no debe temer la restauración del poderío militar alemán. Nosotros, judíos, aplastaremos todo intento que se haga en este sentido y, si persiste el peligro, destruiremos esa odiada nación y la desmembraremos.” (página 15)

Samuel Fried, el bien conocido sionista y pacifista, escribió cuando la patria de su pasaporte, los Estados Unidos, era aún neutral, lo siguiente: “Hemos de destruír esa nación odiada (Alemania), tanto desmembrándola como repartiéndola entre sus vecinos, así como mediante despiadados asesinatos masivos”. (página 27)

Aunque ambas afirmaciones no demuestran en nada que el asunto del Holocausto haya sido un mito como afirma Bochaca, sí pueden despertar odio e inclusive ira en contra del “bien conocido” sionista Samuel Fried que supuestamente hablando a nombre de los judíos del mundo entero hizo tan increíbles declaraciones. Sin embargo, aquí hay un pequeño problema. El bien conocido sionista “Samuel Fried”... ¡resulta ser un completo desconocido! Si alguien lo duda, intente encontrarlo con cualquiera de los motores de búsqueda de Internet. Ahora bien, ¿en dónde y cuándo se formularon supuestamente tan temerarias afirmaciones? Responder esto es importante para saber si el bien conocido sionista Samuel Fried estaba hablando a nombre de una importante organización judía o a título personal, y si estaba hablando en sus cinco sentidos o si lo hizo en medio de una borrachera. Bochaca afirma haberse basado en lo que está consignado en la página 104 del libro World Conquerors (Los Conquistadores del Mundo) del húngaro Louis Marschalko, publicado en 1958. ¡Pero este es un redactor de guiones de teatro que en sus tiempos de ocio se ha dedicado a escribir sus propias invenciones y falsificaciones para engrosar aún más la ya de por sí amplia y falaz literatura de la ultraderecha neo-Nazi acerca de “la gran conspiración judía masónica comunista”! Ni siquiera en su propio país sus propios coterráneos lo reconocen como un historiador así sea mediocre. Y la lectura del libro de Marschalko nos deja con las manos vacías acerca del origen de estas afirmaciones. Ningún neo-Nazi en la actualidad sabe a ciencia cierta cuándo y en dónde el bien conocido y multicitado sionista Samuel Fried asentó tales datos. ¡Y mucho menos saben quién fué el tal Samuel Fried o inclusive si realmente existió! De cualquier modo, se siguen tragando el “dato” como verdadero, por el sólo hecho de que lo afirmó un “sabio” como Bochaca. ¡Y así como ésta “verdad” Bochaquiana metida para incitar odio en contra de todos los judíos hay centenares y centenares de “verdades” similares en todos los libros de Joaquín Bochaca!

Otro párrafo que nos puede llamar la atención es el siguiente puesto en la página 50:

William Shirer, un autor judio que escribió el conocidísimo libro «Ascenso y Caída del III Reich» guarda, también, sorprendentemente mutismo en relación con las pruebas documentales de la supuesta política genocida nazi. Es con todo suficientemente franco para admitir que la orden de Hitler de que se aniquilara a los judíos nunca fué escrita en un papel.

Este párrafo es interesante, porque según dicho párrafo, Joaquín Bochaca nos afirma que un autor judío reconoce que no hay evidencias para inculpar a Hitler en nada que haya tenido que ver con el Holocausto.

Y es más interesante por el hecho de que, hasta donde nos es posible saberlo William L. Shirer no era judío (inclusive se casó con una austriaca). Si William Shirer era judío, Spectator reta mundialmente aquí mismo a través de Internet y a la vista del mundo entero que demuestre con material documental a la mano sin citar fuentes ultraderechistas como Salvador Borrego y Traian Romanescu que William Shirer era judío. ¡Basta ya de estarle aceptando a estos literatos infelices ciegamente sus afirmaciones de que tal o cual persona era judío! Su uso y abuso de estas judaizaciones hechas a la ligera sin presentar material documental alguno para apoyar sus aseveraciones llegan a su fin aquí mismo con este reto mundial que Spectator está lanzando a Joaquín Bochaca, en el sobreentendido que cada vez que afirme que tal o cual persona era judío Spectator estará revisando tales afirmaciones bajo microscopio. Por lo pronto, Joaquín Bochaca está ya en un serio aprieto, porque si no puede demostrar de modo convincente que William Shirer era judío, quedará una vez más como un vulgar mentiroso ante el mundo entero, con la consecuente des-credibilidad que se le debe dar a toda su obra. Por lo pronto, Spectator tiene un argumento para poner en aprietos esta afirmación de Bochaca: William L. Shirer estuvo trabajando como corresponsal de prensa norteamericano en la misma Alemania Nazi, y si verdaderamente hubiera sido un judío lo menos que habrían hecho los Nazis habría sido deportarlo de regreso a los Estados Unidos haciendo a la vez un escándalo mundial sobre el incidente (también le quedaba a la Gestapo la opción de arrestarlo por el solo hecho de ser judío fabricándole cargos de espionaje y enviarlo a un campo de concentración en donde su muerte habría sumado una fatalidad adicional a los seis millones de víctimas). Si William L. Shirer alguna vez fue deportado por la Gestapo de Alemania por ser judío, remita Joaquín Bochaca tal dato dando la fecha y el lugar en donde tal evento ocurrió y Spectator reproducirá aquí mismo y a la vista del mundo entero tal dato proporcionado por Bochaca en base a alguna fuente documental fidedigna. Y tenga en cuenta Joaquín Bochaca que no importando la fuente documental que esté citando, lo más seguro es que por rara y escasa que sea Spectator tendrá acceso a dicha fuente, así que si Bochaca se quiere poner a inventar aquí cosas producto de su imaginación, téngalo por seguro que será desenmascarado ante el mundo entero mucho más pronto de lo que se imagina. Y Spectator no está jugando.

Lanzado el anterior reto de Spectator a Joaquín Bochaca, pasamos a la lectura de otro párrafo interesante que está puesto casi al final de su libro, en donde Bochaca dice lo siguiente en la página 121:

La demostración obvia de que la cifra de Seis Millones no tiene ningún fundamento nos la da el hecho de que los propios historiadores, escritores, publicistas y políticos judíos, sionista o no, presentan discrepancias verdaderamente ridículas en sus cálculos. Tras hacer firmar al desgraciado Gerstein (suponiendo que existiera) que los Nazis asesinaron a 45 millones de judíos, y luego, dos meses más tarde, reducir la cifra a 25 millones, para dejarla en “20 millones y pico” (sic) se descendió gradualmente a once millones, luego a ocho millones y finalmente se estabilizó la cuenta en la cifra de Seis Millones. (El paréntesis conteniendo la frase suponiendo que existiera fue puesto por el mismo Joaquín Bochaca.)

En la porción de texto de donde se extrajo este párrafo, Joaquín Bochaca no nos proporciona las supuestas referencias en donde se comienza con una cifra de 45 millones de judíos asesinados y se va bajando gradualmente la cantidad hasta estabilizar la cuenta “en la cifra de Seis Millones”. Pero esto no es lo que nos interesa de dicho párrafo. En dicho párrafo Bochaca habla del “desgraciado Gerstein” y pone entre paréntesis “suponiendo que existiera” arrojando sombras de duda sobre la existencia de tal figura histórica, seguramente “inventada” (al decir de Bochaca). En estas líneas encontramos una contradicción lógica (típica de las muchas contradicciones lógicas en las que incurre Joaquín Bochaca) porque habla de alguien cuya existencia Bochaca pone en tela de duda pero al mismo tiempo se refiere como un desgraciado.

¿Existió, o no existió, pues, este personaje?

La respuesta (y Joaquín Bochaca la debe saber muy bien, pero no la comparte con sus lectores) es que Kurt Gerstein sí existió, era un hombre de carne y hueso como nosotros:





¿Y por qué Joaquín Bochaca se refiere a él en forma tan despectiva? Pues por el hecho de que fue testigo de primera mano del exterminio masivo de seres humanos que se estuvo llevando a cabo en forma industrializada en los campos de concentración de la Alemania Nazi, e inclusive intentó futilmente de alertar al mundo sobre la monstruosidad de lo que estaba ocurriendo bajo las órdenes directas de Hitler, aunque el mundo no fue capaz de asimilar en su momento las advertencias porque la humanidad no estaba preparada aún mentalmente ante la posibilidad de que tan monstruosa aniquilación pudiera estar teniendo lugar.

De sus memorias quedó elaborado un reporte, conocido como el Informe Gerstein, suficiente para ponerle los pelos de punta y horrorizar a todo aquél devoto de Joaquín Bochaca que tenga sus dudas sobre la realidad del Holocausto. Pese a las equivocaciones y errores de cálculo en las que incurrió Kurt Gerstein en la elaboración de su documento, historiadores eminentes de calibre mundial (en oposición a los historiadores revisionistas amateurs de sofá como Joaquín Bochaca, Salvador Borrego y David Irving) tales como el historiador francés Pierre Vidal-Naquet (en su libro Los Asesinos de la Memoria: Ensayos en el Negacionismo del Holocausto publicado en 1987) y Christoper Browning, la tesis central del Informe Gerstein ha sido reivindicada y corroborada por ellos cotejando dicho reporte con los testimonios dados por otros oficiales Nazis de alta jerarquía tales como Wilhelm Pfannenstiel.

El Informe Gerstein fue precisamente una de las evidencias utilizadas en los Juicios de Nüremberg. ¿Y aún así Joaquín Bochaca pone en tela de duda ante sus lectores la existencia de este personaje? ¿Cómo es posible creer entonces que Bochaca pueda ser un historiador honesto e imparcial, neutral en todo momento? Y menos cuando en su prolija bibliografía están ausentes libros tales como Masters of Death (“Amos de la Muerte: Los Einsatzgruppen y los orígenes del Holocausto”, publicado en el 2002):






de Richard Rhodes:






del cual podemos encontrar el siguiente comentario puesto en el portal Hislibris:

Los Einsatzgruppen eran los “batallones de la muerte” que seguían a la Wehrmacht (muy, muy de cerca) durante la invasión de la URSS en 1941, y hasta la puesta en marcha del sistema de los campos de exterminio en 1942, tras la Conferencia de Wannsee. Estaban divididos en cuatro grupos, enunciados de la A a la D, que operaban en distintos sectores del Frente, desplegándose de Norte a Sur. A su vez, cada Einsatzgruppe estaba dividido en varios Einsatzkommandos, que actuaban con bastante autonomía respecto al grupo originario. Liderados por profesionales titulados (sobre todo abogados, pero también arquitectos, economistas y médicos), menos de cinco mil hombres (eso sí, apoyados puntualmente en sus matanzas por fuerzas de las Waffen SS, la Policía y milicias locales) acabaron con más de un millón de vidas en poco más de un año. ¿Cómo pudo ser posible?

Bueno, a esa pregunta trata de contestar, precisamente, este libro. Lo primero que quiero decir es que, pese al título, no se trata de una obra sensacionalista. Por el contrario, el autor, tras exponer unos hechos en los que el horror es el factor dominante, intenta racionalizar las posturas de los “hunos” y los otros, y entender cómo aquellos se comportaron como unos encallecidos asesinos, y cómo estos se “dejaron hacer” sin mayores resistencias.

Así, para el comportamiento de los criminales, adopta una teoría que habla del paulatino embrutecimiento de quienes se ven inmersos en una situación de máxima violencia, explicando cómo tropas que en un principio se sienten totalmente incapaces de matar a sangre fría, llegan a asesinar sin mayores reparos a mujeres y niños inocentes (y yo añado, ¿cambiaría algo si fueran culpables?). Señala que en muchos casos no había habido en estos “soldados” una conducta violenta previa o una predisposición hacia ella. Bien, la teoría, obviamente, no es tan sencilla como la he expuesto aquí ahora mismo, y puede aceptarse o no como explicación, por supuesto, pero a mí me suena razonable.

Por otra parte, para el, en general, comportamiento pacífico de los judíos en esta fase del exterminio, indica que el hecho de provenir de hogares por lo general mucho más educados y pacíficos que la media europea de la época influyó no poco en esta conducta. A ello, según Rhodes, hay que unir el desconcierto, el temor, los golpes, los perros, los hombres armados, la incapacidad de asumir la situación hasta el último momento… Todo esto anula, desde luego, cualquier atisbo de heroísmo o rebeldía, y lleva a un comprensible comportamiento sumiso, tan humano, como bien señala el autor, y digno de empatía como el más gallardo de los gestos desafiantes a la muerte. Al hablar de la sorpresa de Eichmann cuando contempló cómo algunos judíos se tiraban sin que nadie los empujara a la fosa, a esperar allí el “Genickschüssen” descerrajado con germánica apostura, el autor señala la igual incongruencia de los jóvenes alemanes lanzados a una carrera suicida ante las ametralladoras enemigas para tomar la siguiente trinchera. Creo que es una buena comparación, y que probablemente ambas conductas respondan al mismo principio psicológico.

Otro aspecto que me impactó del libro es la, no por conocida menos aterrante, profunda implicación de la población local en las ejecuciones masivas. Aparte del clásico ejemplo del joven lituano que acabó a golpes con muchos judíos en Kaunas, posando a continuación orgulloso en medio de los cadáveres (muy posiblemente el doctor Algirdas Antanas Pavalkis, uno de los millares de criminales de guerra cuyos crímenes quedaron impunes y el cual después de haber colaborado con los Nazis como un agente de la Gestapo con el seudónimo Anton no tuvo problema alguno para ponerse al servicio de los soviéticos bajo el seudónimo Petras”):


destaca el hecho de que en ocasiones les bastaba a los alemanes llamar a la “venganza” a los habitantes no judíos para desencadenar una terrible matanza. Por no hablar del reclutamiento de milicias y policías locales para la entusiasta colaboración con los Einsatzgruppen.

En el libro El Mito de los Seis Millones encontramos en la página 14 un pie de texto interesante que dice lo siguiente acerca de “el caso de un joven judío de 17 años que violó a una muchacha inglesa de 21 años”:

La joven había estado trabajando en un kibbutz cerca del Mar Muerto cuando fue atacada. La acusación contra el joven judío, sin embargo, se derrumbó después de que dicho joven citó dos preceptos del Talmud para justificar su acción: “Un judío puede violar a una no-judía, pero no casarse con ella”. “Un judío puede hacer a una no-judía lo que quiera. Puede tratarla como un pedazo de carne”. El juez, al absolver al joven violador observó que no estaba dispuesto a ejecutar una decisión que pudiera afectar adversamente los fundamentos morales y religiosos del Estado israelí.

Según este pie de texto metido por Bochaca, cualquier turista extranjera que visite al Estado de Israel puede ser violada en cualquier momento y puede ser tratada como un pedazo de carne por cualquier joven judío sin posibilidad alguna de que este pueda ser castigado por su delito. De ser cierto, algo como esto sería más que suficiente para haber terminado con el turismo femenino a Israel desde hace varias décadas. Pese a la enorme trascendencia que puede tener una afirmación como esta, Bochaca no proporciona ni el nombre de la supuesta muchacha inglesa ni del supuesto joven judío, y mucho menos proporciona la fecha y el lugar en donde ocurrió tan trascendental e histórico evento. Esto nos obliga a remitirnos a la fuente de información de la cual Bochaca afirma haber tomado estas aseveraciones. Y resulta que Bochaca nos dice que su “fuente de información” es el quinto número del séptimo volumen de la “revista” norteamericana White Power. ¿Y quiénes en Estados Unidos son los que constituyen al clan denominado White Power? Veamos una fotografía de uno de esos grupos norteamericanos a los que les gusta proclamar “White Power!” al estilo Seig Heil! (frente a una cruz, naturalmente, porque estos supremacistas en sus desequilibrados cerebros siempre se han creído muy cristianos):





Seguramente Joaquín Bochaca se está refiriendo aquí a una publicación de circulación mínima titulada White Power que aparecía de manera irregular dadas las ventas escasas del libelo, la cual fué empezada en 1967 por el fundador y líder del Partido Nazi Americano, George Lincoln Rockwell, y la cual sólo llegó hasta su número 109 en 1984. Se trata de una publicación como los libelos “Common Sense” y “The Broom” ya mencionados anteriormente.

¿Y estas son las doctas fuentes de referencia en que se basa Bochaca??

¡¡Muy bien podríamos habernos remitido mejor a la enciclopedia de cuentos de ficción de Walt Disney!!

Muchos lectores se preguntarán: ¿cómo es posible que se pueda atizar tanto odio en contra del judío común y corriente como el que se anidó en su momento en los Nazis y como el que hoy se anida en los neo-Nazis y en los ultraderechistas de sectas fanáticas como la Organización Nacional del Yunque y los Tecos de la Universidad Autónoma de Guadalajara? Pues con afirmaciones como la siguiente que pone Joaquín Bochaca en la página 27 de su libro:

La contribución de los judíos, tanto individualmente como, sobre todo, integrados en sus entidades específicamente sionistas, en la lucha contra Alemania, antes y durante la guerra fue masiva. Y judíos fueron quienes más contribuyeron a que la lucha sobrepasara el límite de los combatientes para incluír entre sus rigores a la población civil.

Así, fue un judío, Lord Cherwell, (a) Lindemann, por cierto nacido en Alemania, y naturalizado británico, quien inspiró a Churchill la por él mismo calificada de splendid decission, de bombardear objetivos alemanes no militares. El llamado “area bombing” tenía como único objetivo bombardear las viviendas de las clases trabajadoras alemanas. Este objetivo, destinado a crear el terror y a forzar a la población civil alemana a que exigiera la rendición a su gobierno fracasó totalmente. Pero millones de europeos, alemanes y no alemanes -pues el area bombing se practicó asi mismo en Italia, Bélgica y Francia- pagaron con sus vidas el loco y mesiánico sueño de venganza de Lindemann.

En el cerebro sobrecalentado de un ultraderechista de hoy, esto podría llevarlo a decirse a sí mismo: ¡Malditos judíos! ¡Esto lo tienen que pagar muy caro! ¡A matar judíos se ha dicho! ¡A matar a todos los que se pueda matar!

Sin embargo, el sobrecalentamiento mental del neo-Nazi seguramente sería moderado si se tomase en cuenta que, contrariamente a lo que afirma Joaquín Bochaca, Frederick Alexander Lindemann, Primer Vizconde de Cherwell, hijo de Adolph Friedrich Lindemann y de la norteamericana Olga Noble, no era un judío, hecho que puede ser substanciado gracias al hecho de que el árbol genealógico de Lord Cherwell está ampliamente documentado. Si Lord Cherwell era un judío, esto es algo que sólo Joaquín Bochaca y sus compinches lo saben y lo cual hasta la fecha no han podido probar. Esto conduce a Spectator a lanzar su SEGUNDO RETO MUNDIAL a Joaquín Bochaca: Si Lord Cherwell era judío, Spectator reta mundialmente aquí mismo a través de Internet y a la vista del mundo entero que demuestre con material documental a la mano sin citar fuentes ultraderechistas como Salvador Borrego y Traian Romanescu que Lord Cherwell era judío.

Por otro lado, la idea de bombardear a la población civil no fue una ocurrencia original de Lord Cherwell: Fue el mismo dictador Nazi Adolfo Hitler el que, antes de que comenzara la Segunda Guerra Mundial, por vez primera ordenó el bombardeo despiadado de una población civil, la población de Guernica, el 26 de abril de 1937 (la decisión inglesa de bombardear objetivos civiles alemanes fue tomada el 11 de mayo de 1940), hecho que el infeliz patán de Joaquín Bochaca omite deliberadamente mencionar pese a que fue su propia patria la que fue bombardeada inmisericordemente por los Nazis a los que tanto idolatra. Las bombas que mataron a los españoles en Guernica no fueron bombas inglesas ni norteamericanas, fueron bombas alemanas, y el número de bajas habría sido mucho mayor de no haber contado los españoles con un sistema de refugios que el mismo Hitler negó a su propia población civil. Lord Cherwell predijo correctamente que si Hitler ya había bombardeado tres años atrás a la población civil española masacrando indiscriminadamente ancianos, mujeres y niños, no dudaría en hacer lo mismo con Inglaterra. ¡Y el tiempo le dió la razón! Es poco conocido entre los círculos ultraderechistas neo-Nazis en los cuales Joaquín Bochaca tiene membresía distinguida el hecho de que además de bombardear a la población civil inglesa Hitler ordenó también un bombardeo despiadado de Leningrado -hoy San Petersburgo- matando a miles de civiles (más de un millón de civiles perecieron en el sitio de Leningrado, 650 mil de ellos tan sólo en 1942, obedeciendo una orden girada en secreto por Hitler el 23 de septiembre de 1941 para borrar por completo a la ciudad de la faz de la Tierra). Como también es poco conocido el hecho de que el asalto atroz de los Nazis a la población civil de Leningrado fue documentado en un diario personal por una niña rusa de nombre Tanya Savicheva. Este diario forma parte del material que fue introducido en los Juicios de Nüremberg para formalizar cargos por crímenes de guerra en contra de los que ordenaron tales masacres. ¡Y el despiadado bombardeo Nazi de la población civil de Rusia se llevó a cabo pese a que Rusia antes de la invasión alemana jamás había bombardeado ninguna ciudad alemana! De haber tenido Rusia una gran flota de bombarderos de largo alcance a su disposición, habría estado en todo su derecho de responder a la agresión bombardeando masivamente ciudades alemanas (aunque en tal caso la justificada represalia rusa habría sido incluída y descrita en forma extensa por el fascista Joaquín Bochaca en su libro Los crímenes de los "buenos"). De cualquier manera, además de la opción que tuvo Hitler de ordenar la construcción de una extensa red de túneles y refugios antiaéreos para proteger a los alemanes de los bombardeos aliados, opción que nunca utilizó excepto para sí mismo, también tuvo la alternativa de haber ordenado la construcción masiva de aviones de propulsión a chorro Messerchsmitt Me-262 para derribar con suma facilidad a todos los bombarderos de los aliados. Sin embargo... (véase la sección El Ideólogo más Siniestro de México puesta en el trascendental trabajo La Ultraderecha Mexicana: Semillas del Odio elaborado por el grupo académico Alianza Estudiantil Prometeo de la Universidad Iberoamericana).

Por último, al afirmar Joaquín Bochaca que “millones de europeos, alemanes y no alemanes -pues el area bombing se practicó asi mismo en Italia, Bélgica y Francia- pagaron con sus vidas el loco y mesiánico sueño de venganza de Lindemann” Joaquín Bochaca está mintiendo deliberadamente, pues la decisión del bombardeo inglés a objetivos civiles fue dada para llevarse a cabo únicamente dentro de Alemania. Si Joaquín Bochaca tiene documentos históricos nuevos en sus manos que comprueben que por el lado de las fuerzas aliadas también se había dado la orden de bombardear a las poblaciones civiles de Italia, Bélgica y Francia o cualquier otro país que no fuese Alemania, ha llegado por fín el momento de que Joaquín Bochaca presente las fotocopias de dichos documentos. O que calle para siempre.

Observése que en algunos de los párrafos que hemos tomado del libro El Mito de los Seis Millones de Joaquín Bochaca éstos no tienen absolutamente nada que ver con la tesis principal del título del libro, lo cual muchos podrían considerar como puro material de “relleno” para inflar al libro. De hecho, la mayor parte del libro El Mito de los Seis Millones de Joaquín Bochaca habla de muchas cosas excepto del tema central de su libro, su versión del Holocausto. Si removiéramos todo el material que mete en su libro y el cual es más bien de naturaleza propagandística neo-Nazi, no quedaría ni siquiera la tercera parte del libro, y esto se puede comprobar sin necesidad de leer su libro, basta con hojearlo. Página tras página, el libro El Mito de los Seis Millones está repleto de material de relleno que no tiene absolutamente nada que ver con la supuesta “demostración” de que el Holocausto fué un mito, material cuyo objetivo es dizque documentar “la gran conspiración judía masónica comunista”. Esto establece a dicho libro no como un simple libro negacionista (del Holocausto) sino como un libro revisionista cuya verdadera intención es que sea utilizado para formar a los neo-Nazis del mañana con una mentalidad criminal tan brutal y tan sádica como la que engalanó a los Nazis del ayer, de la cual dieron amplias muestras “médicos” tales como Josef Mengele y Sigmund Rascher.

A manera de ejemplo de las toneladas de material que Joaquín Bochaca mete en su libro que no tienen nada que ver con la cuestión del Holocausto, está su “docta” opinión de que la Primera Guerra Mundial... ¡fué por culpa de Inglaterra! Esto lo tenemos en la página 6:

Los políticos ingleses, cada vez más preocupados por el creciente prestigio del “Made in Germany” y por el inmenso aumento del poder militar, comercial y político que concedería a Alemania la construcción del ferrocarril Berlín-Baghdad, decidieron que la única solución que les quedaba era aplastar a Alemania en una guerra que eliminara para siempre la amenaza de la tan temida vía férrea (¿?). Estaba claro que si el Reich era derrotado, en su caída arrastraría a su aliado otomano, cuyo territorio se convertiría en botín de guerra en la posterior conferencia de paz dictada por Londres (¿?), cortando así el paso terrestre de Alemania, Austria-Hungría o Rusia hacia la India, la clave de bóveda de todo el Imperio británico.

Con tal propósito Inglaterra premeditó, provocó y precipitó la I Guerra Mundial para aplastar a Alemania.

Veamos ahora un poco de historia.

El Berlin-Baghdad Railway ya ha sido citado por estudiosos del tema como un factor de predisposición para involucrar a países de Europa en la Primera Guerra Mundial (véase por ejemplo el ensayo “The Berlin-Baghdad Railway as a cause of World War I” de Arthur P. Maloney publicado en enero de 1984). Pero ningún historiador serio lo señala como la única causa. Ahora bien, el 28 de junio de 1914 en un evento que no podía haber sido previsto por Inglaterra, el Archiduque Francisco Fernando es asesinado en Sarajevo a manos del “nacionalista” Gavrilo Princip (miembro de una sociedad secreta al estilo de los tan temidos Tecos neo-Nazis de la Universidad Autónoma de Guadalajara). Con el asesinato, Alemania que aún era una monarquía pierde precisamente al heredero al trono austro-húngaro, quedando descabezada la sucesión al trono. Al prepararse Alemania para tomar acción militar para la restitución del “daño”, Serbia a su vez como nación eslava invoca con la nación eslava Rusia el pacto con el cual Rusia se había comprometido a intervenir en defensa de Serbia en caso de una intervención militar. Y el Zar Nicolás II, en vez de buscar un arreglo diplomático de alto nivel o lavarse las manos dejándole pagar a los serbios por lo imprudencia cometida en su territorio, decide honrar el pacto arrastrando a Rusia a una guerra desastrosa contra Alemania, un evento que tampoco podía haber sido previsto por Inglaterra, lo cual a su vez va activando otros “pactos” que van haciendo caer a los países de Europa como una hilera de fichas de dominó en el torbellino de la gran guerra. Por otro lado, la típica mentalidad de que “la guerra es una extensión de la diplomacia” (en una época en la que aún no había bombas atómicas) era algo más propio del militarismo alemán que de los ingleses. ¡Pero aún así Inglaterra es culpable por haber “premeditado”, “provocado” y “precipitado” la Primera Guerra Mundial (según Bochaca)! En realidad, a lo largo de sus libros y extremizando la proverbial rivalidad anglo-hispana de centurias, Bochaca como buen fascista destila un consistente odio feroz en contra de Inglaterra por el hecho de haber tenido Inglaterra un papel preponderante en la derrota del Nazismo alemán. Para Bochaca, la única Inglaterra “buena” habría sido la que se hubiera aliado con Hitler permitiéndole apoderarse del resto de Europa, deportando a todos los judíos ingleses hacia Alemania como Mussolini lo estaba haciendo con los judíos italianos, y eventualmente reemplazando a la monarquía inglesa por el “nuevo orden” mundial “amigable” en todos sentidos con el Nazismo y los intereses del Nazismo.

Para Joaquín Bochaca, cualquier entidad que no sea vindicatoria del Nazismo necesariamente debe estar “bajo control de la judería” o de sus “viles lacayos”. Uno de ellos debe serlo el renombrado Professor Horst Möller, Director del Institut für Zeitgeschichte (Instituto de Historia Contemporánea) de Munich y Berlín, el cual recientemente concluyó un estudio detallado de la “biblia Nazi”, el libro Mi Lucha de Adolfo Hitler.

Veamos lo que nos tiene que decir Joaquín Bochaca acerca del Institut für Zeitgeschichte en la página 63 de su libro El Mito de los Seis Millones:

Es un hecho también, que nunca hubieron “cámaras de gas” en toda Alemania. En realidad, no las hubo en ningún lugar de Europa (¿?), pero, hasta ahora, sólo se ha admitido oficialmente su inexistencia en Alemania. Basta con recordar la conocida declaración del Instituto de Historia Contemporánea de Munich (en el que trabajan numerosos judíos) que, textualmente, afirmaba: “Nunca hubieron cámaras de gas en ningún campo de concentración situado en el territorio del antiguo Reich”.

En primer lugar, si nunca hubo cámaras de gas Nazis en ningún lugar de Europa, ¿entonces en qué demonios utilizaron los Nazis los millares de contenedores del venenosísimo gas de cianuro Zyklon B que aún se pueden encontrar en Europa? En segundo lugar, Joaquín Bochaca afirma que en el Institut für Zeitgeschichte trabajan numerosos judíos. En vez de gastar docenas de páginas de su libro en cosas que nada tienen que ver con la mitificación o la desmitificación del Holocausto, muy bien podría haber proporcionado una lista dando los nombres de todos aquellos trabajadores del Instituto de Historia Contemporánea que según él son judíos y con la cual podría haber afirmado algo como “el ochenta y seis por ciento de todos los que trabajan en el Instituto de Historia Contemporánea de Munich son judíos”. Pero no proporcionó un solo nombre. (Ciertamente, el Profesor Horst Möller, Director del Instituto, no es un judío.) ¿Pueden adivinar los lectores el por qué de ésta omisión? Y esto nos lleva al siguiente TERCER RETO mundial lanzado de Spectator a Joaquín Bochaca: proporcione Joaquín Bochaca por este medio su lista completa con los nombres de todos aquellos que trabajan en el Instituto de Historia Contemporánea y que él afirma tan categóricamente que son judíos, así como las citas de las respectivas evidencias documentales para apoyar la aseveración del “judaísmo” de cada indiciado, en el sobreentendido que resultará aquí extremadamente fácil el determinar si Joaquín Bochaca está diciendo la verdad o como ya lo ha hecho en muchas otras ocasiones, nos está mintiendo deliberadamente con invenciones suyas. Y por último, es de sobra sabido que para el plan de exterminio total de la población judía de Europa los campos de matanza industrializada fueron situados fuera de Alemania por los enormes riesgos que implicaba para Hitler y sus verdugos la posibilidad de que los alemanes se pudieran dar cuenta de que tales atrocidades se estaban cometiendo dentro de territorio alemán, así que cualquiera que diga que dentro Alemania no había campos industrializados de exterminio está simplemente repitiendo algo que siempre se ha sabido y no está descubriendo nada que no supieran ya las fuerzas aliadas hace medio siglo. El verdadero horror ocurrió fuera de territorio alemán, con un bestialismo más propio de una legión de demonios que de un pueblo civilizado. Se trata de una situación similar a la que ocurrió cuando la Patria de Joaquín Bochaca era un poderoso imperio, cuando al mismo tiempo que la esclavitud dentro de la Península Ibérica era prácticamente inexistente, y muy lejos de la vista de los españoles que simplemente veían llegar los barcos repletos de oro y plata de América, no alcanzaban a ver lo que realmente estaba sucediendo al otro lado del mundo para alimentarle a su monarquía sus insaciables apetitos de minerales preciosos; ninguno de ellos veía con sus propios ojos cómo a los indígenas se les herraban los rostros con hierros candentes para asentar “derechos de propiedad” sobre los eslavos, ninguno de ellos veía cómo morían los indígenas en las minas de oro y plata trabajando de sol a sol en la más abyecta esclavitud, ninguno de ellos veía cómo los brutales Conquistadores incurrían en todo tipo de barbaridades ni veían cómo sus emisarios en el continente americano comportándose peor que animales violaban a su antojo a niñas indígenas que no pasaban de los diez años. Así fué como se inició el mestizaje en América. Y hasta el día de hoy, los jóvenes españoles son mantenidos en un cuento de hadas sobre lo que realmente ocurrió cuando se consumó la Conquista. Cuando los horrores ocurren muy lejos del pueblo a fin de cuentas culpable y responsable por prohijar tales horrores, es mucho más fácil hacerse “de la vista gorda” y continuar viviendo como si nada estuviese ocurriendo porque “ojos que no ven, corazón que no siente”. De cualquier modo, aunque de manera limitada, sí hubo exterminios dentro de territorio alemán, siendo el campo de concentración de Dachau el más mencionado.

Para “documentar” las aseveraciones puestas en el último párrafo que hemos visto, Joaquín Bochaca pone un pie de texto que apunta hacia lo que él llama la Declaración del 19-VIII-1960 del Instituto de Historia Contemporánea. Pero esto es otra vil tomadura de pelo de las miles en las que incurre Bochaca. Lo que está citando en realidad no proviene de ninguna Declaración especial sino de una nota entre otras que apareció impresa en la página 16 de la publicación semanal Die Zeit el 19 de agosto de 1960. ¿No podría al menos aquí haber sido honesto Joaquín Bochaca con sus lectores? La respuesta es: no. Ni siquiera en algo tan sencillo.

Tratar de entender el enredijo histórico distorsionado que fabrica Joaquín Bochaca requiere algo más que demenuzar su obra, requiere tratar de explicarlo a él mismo, determinar por qué actúa en la forma en la que lo hace. Y esto nos nos lleva a otros considerandos. ¿Cómo podría Joaquín Bochaca no ser lo que es si él nació, creció y se educó en su propia patria bajo el fascismo de la Falange? ¿Cómo podría condenar las técnicas de interrogatorio usadas por la Gestapo en Alemania cuando la Inquisición nacida en su propia patria recurría a métodos confesionales similares? ¿Cómo podría abominar al Holocausto Nazi cuando los “Conquistadores” de su propia patria consumaron un genocidio masivo de la población indígena para lograr la conquista de América? ¿Cómo podría ser capaz de sentir misericordia alguna por los judíos cuando su propia patria los expulsó en marzo de 1492 para después expulsar a los moros? Esto explica a Bochaca en parte, pero no lo justifica; y menos cuando muchos españoles (afortunadamente) son todo lo contrario de lo que es Bochaca; le apuestan a la construcción y no a la destrucción, le apuestan al entendimiento y no al odio, le apuestan a la conciliación y no a la venganza (recientemente, el gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero -gobierno al cual Bochaca detesta y aborrece- dió los pasos finales para concederle la nacionalidad española a medio millón de hijos y nietos de exiliados españoles al amparo de la Ley de Memoria Histórica cuyos primeros inicios, por increíble que parezca, fueron iniciativa del mismo dictador Francisco Franco).

Segunda Parte

Una fuente documental ampliamente citada por los mendaces revisionistas de hoy es el reporte Leuchter:





elaborado por un tipo de nombre Fred A. Leuchter Jr.:





Antes de hacer comentario alguno acerca del autor del “reporte Leuchter”, es necesario aclarar cómo fue que se llevó a cabo la elaboración de dicho reporte. El “reporte Leuchter” fue un trabajo hecho a la orden, hecho a la medida para satisfacer los gustos del cliente que pagó por la elaboración de dicho reporte. Y el que pagó por la elaboración de dicho reporte es nadie menos que el negacionista británico David Irving. No se trata de un trabajo en el que David Irving le haya dicho al imberbe timador Fred Leuchter: “quiero que investigues a fondo el asunto del Holocausto, y quiero que me proporciones una conclusión objetiva e imparcial sobre dicho evento”, sino un trabajo cuya premisa básica desde el principio era precisamente la negación del Holocausto, y Fred Leuchter tenía que acomodar de la mejor manera posible todos los argumentos que pudiera encontrar y que se le pudieran ocurrir para “demostrar” que el Holocausto nunca ocurrió; eso era por lo que se le estaba pagando. Su papel era actuar como el abogado del Diablo. Esto, por sí solo, destruye la credibilidad que de otra manera pudiéramos haberle dado a dicho reporte, porque no parte de la técnica de investigación inductiva propia de los detectives inteligentes que meticulosamente y con enorme paciencia van recopilando todas las evidencias y testimonios que les sea posible recopilar emiten un dictamen como: “en base a las evidencias y testimonios reunidos, concluímos que en el seno de esta familia el móvil del crimen fueron los celos pasionales y que el culpable del crimen fué el sobrino de la víctima, de acuerdo con varios correos electrónicos que le fueron encontrados en su computadora al sobrino”. El método utilizado por Leuchter fué el procedimiento axiomático o deductivo en el cual desde antes de comenzar las primeras pesquisas ya se ha declarado la culpabilidad del acusado y el trabajo se limita a escarbar por aquí y por allá buscando las “evidencias” para demostrar la “verdad” de la premisa que se supone cierta. Equivale a echarle al mayordomo de la mansión la culpa del crimen y limitarse a juntar lo que se pueda para hacerlo lo suficientemente sospechoso como para hacerlo pasar como culpable; es el método idóneo para la fabricación de “culpables”.

La historia de Fred A. Leuchter sería una comedia de no ser por su contenido trágico, lo cual hace de su vida una tragicomedia descrita en un documental titulado Mr. Death: The rise and fall of Fred A. Leuchter Jr. (El Sr. Muerte: El auge y la caída de Fred A. Leuchter Jr.) elaborado por el ampliamente galardonado cineasta documental Errol Morris. Y aunque los revisionistas insisten en afirmar que el descrédito y la caída final del Señor Muerte fueron “obra de perversos conspiradores judíos”, lo cierto es que a fin de cuentas el peor enemigo de Fred Leuchter fué Fred Leuchter; él terminó cayendo por su propio peso y sus mentiras que no pudieron ser sostenidas ante los tribunales de justicia. De haber sido cierto y honesto su famoso reporte, seguramente habría acaparado ampliamente los titulares de la prensa mundial y habría terminado acaparando un Premio Pulitzer por periodismo investigativo. Pero comenzó a erosionarse él mismo al afirmar contar con las credenciales académicas para elaborar su reporte pese a que tal afirmación era falsa como fue verificado bajo acción judicial, lo cual le costó ser procesado por ejercer la ingeniería sin contar con licencia para ello, y esto fue tan solo el principio de su fin.

Spectator podría entrar en detalle sobre los descalabros que enfrentó el bufón Fred Leuchter a la hora de la verdad cuando llegó el momento de tener que defender sus fantasías e invenciones ante la justicia, pero ello sería reproducir innecesariamente material que ya está en amplia circulación en Internet como la serie de artículos elaborados por el Proyecto Nizkor al respecto.

Al intentar llevar a cabo cualquier análisis de eventos históricos es casi imposible el poder entender lo que está sucediendo ignorando la cadena de eventos históricos precedentes. Tómese por ejemplo el siguiente afiche de 1940 que promocionaba la película propagandística “documental” Nazi más rabiosamente anti-semítica de todas, Der Ewige Jude (El Judío Eterno):





cuando ya la Alemania Nazi había entrado en guerra con Inglaterra. Al año siguiente de haberse producido dicha película, apareció publicado un libro de 104 páginas titulado Germany Must Perish!, escrito por un judío norteamericano destrampado de nombre Theodore N. Kaufman, el cual actuando por cuenta propia y sin representar a ninguna organización judía, ni siquiera a su propia comunidad o sinagoga local, y culpando al militarismo alemán de todos los problemas padecidos por el mundo, propuso el desmembramiento de Alemania como país para ser repartido entre los países vecinos, así como la esterilización de la población alemana. Este libro cayó en manos de los Nazis como “llovido del Cielo” y fué utilizado como uno de sus mejores instrumentos de propaganda y justificante de sus planes de acción en contra no del judío Theodore Kaufmann sino en contra de todos los judíos del mundo, pese a que para la publicación de su libro Kaufmann tuvo que fundar con su propio dinero su propia editora (Argyle Press, no confundir con la casa editorial actual del mismo nombre). A decir verdad, cuando Kaufmann propuso su plan de esterilización masiva, los Nazis ya tenían puesto en marcha desde 1939 su propio plan de eugenesia y esterilización para “purificación racial”, el programa de eutanasia Aktion T4. Es muy posible que el programa alemán masivo de esterilización que estaba siendo llevado a cabo por los Nazis haya inspirado a Kaufmann a proponer una medida similar pero aplicada en reversa, lo cual a su vez proporcionó a los Nazis uno de sus mejores instrumentos de propaganda haciendo pasar a Kaufmann como un vocero autorizado hablando a nombre de todos los judíos del mundo pese a que eran muy pocos los judíos norteamericanos que confiaban en él por sus obvios desvaríos mentales tales como su propuesta de esterilizar a la población norteamericana con el fin de que sus descendientes no terminasen convertidos en “monstruos homicidas”. El libro Germany Must Perish!, obviamente, no puede faltar en la colección de ningún neo-Nazi, y está debidamente listado en la bibliografía del libro El Mito de los Seis Millones de Joaquín Bochaca.

Si hemos de irnos en contra de los judíos del mundo entero por lo que escribió un judío solitario de Manhattan con varios tornillos sueltos en su cerebro, entonces por las mismas razones deberíamos irnos también en contra de todos los españoles por lo que pronunció un español de nombre Millán Astray en una festiva reunión de la ultraderechista Falange española cuando dijo:

¡Mueran los intelectuales! ¡Viva la muerte!

Si todos los españoles suponiendo a Millán Astray hablando como vocero a nombre de todos ellos piensan así acerca de la clase pensante, la clase universitaria y académica en cuyas manos descansa el futuro y la prosperidad de toda nación, y alaba a la Muerte en vez de alabar a la Vida (al igual que Hitler) entonces habría que terminar de una vez por todas con este peligro, con esta amenaza... de alguna manera. ¿Le agrada esta idea a los españoles, incluídos los lectores de Joaquín Bochaca? ¿Están de acuerdo todos los españoles en cargar con la responsabilidad y la culpa de todas las declaraciones que haga cualquiera de sus coterráneos -como Joaquín Bochaca- aún sin haber sido consultados para ello? ¿Qué se siente el tener que pagar -a muy alto precio- por los pecados de otro?

El libro del desequilibrado Theodore Kaufman no es la única pieza propagandística utilizada hoy para justificar las acciones del Nazismo de ayer y del neo-Nazismo de hoy. Tenemos otras “joyas” como la siguiente publicada por el sensacionalista periódico británico Daily Express el viernes 24 de mayo de 1933 con el encabezado “Judea declara la guerra a Alemania: Judíos de Todo el Mundo se Unen a la Acción”:





Pero cuando se publicó esta nota amarillista, no existía el estado de Israel, ni contaban los judíos con alguna milicia, ya no se diga un ejército medianamente regular, para enfrentar sin más esperanzas que la garantía de una derrota segura al ya para entonces poderoso Ejército alemán que estaba siendo rearmado hasta los dientes por Hitler en abierta violación al Tratado de Versalles. Entonces... ¿de qué guerra estaba hablando aquí este periódico? Pues la “guerra” de la que hablaba el periódico en realidad no era más que la intención de llevar a cabo un boicot en contra de productos producidos en Alemania, en respuesta y en protesta por las duras medidas antisemíticas que ya estaba tomando Hitler en contra de la población judía alemana, siendo una de ellas precisamente el boicot Judenboykott iniciado en todo el territorio alemán el primero de abril de 1933 (siete semanas antes de que se anunciara de modo amarillista la intención de un boicot judío a la compra de productos hechos en Alemania) que terminó cerrando y enviando a la ruina a muchos pequeños comerciantes judíos que de ninguna manera habían estado involucrados jamás en ninguna “gran conspiración judía masónica comunista” para el dominio del mundo. Ningún otro periódico británico, y de hecho ningún otro periódico en ninguna otra parte del mundo, interpretó la intención de llevar a cabo un boicot en contra de los productos fabricados en Alemania como una declaración de guerra en contra de Alemania. Si hemos de tomar un boicot como una declaración de guerra, entonces debemos suponer que los trabajadores agrícolas en Estados Unidos bajo el liderazgo de César Chávez pensando en el recurso de las armas quisieron dar inicio a un conflicto armado en contra de las poderosas empresas que los estaban explotando. El anunciado boicot judío a la compra de productos alemanes, en caso de haberse llevado a cabo, hubiera sido meramente simbólico, por ser los judíos un segmento poblacional relativamente pequeño cuyo impacto en las ventas al exterior de productos alemanes habría sido relativamente (por no decir ridículamente) pequeño. De cualquier forma, tres días después de haberse publicado esta nota amarillística -que seguramente ha de haber aumentado la venta de los ejemplares del diario a expensas de los judíos-, los representantes de organizaciones judías británicas y el Jewish Board of Deputies se reunieron para declarar que no existía boicot alguno a la compra de productos alemanes por parte de las comunidades judías (esto no les gusta mencionarlo a los pseudo-historiadores revisionistas). ¿Sirvió de algo ésto? En lo absoluto. El Judenboykott Nazi prosiguió, recrudecido, hasta eventualmente degenerar en la “Noche de los Cristales Rotos” (la Kristallnacht que dió inició al Holocausto que los negacionistas de hoy insisten en repetir que nunca ocurrió).

Se debe resaltar que en el Judenboykott se cometieron muchos actos vandálicos de agresiones físicas y de robo y destrucción de propiedad ajena -actos considerados ilegales y castigados en cualquier país civilizado- en contra de gente indefensa a manos de enajenados demonios de carne y hueso negándosele a las víctimas toda posibilidad de serles formuladas acusaciones ante algún tribunal de justicia y mucho menos cualquier posibilidad de poder defenderse y responder con los instrumentos de la Ley a las acusaciones formuladas por sus agresores. Y ninguno de los enloquecidos vándalos fue detenido por la policía alemana y mucho menos llevados a la cárcel por los flagrantes delitos de lesiones y destrucción de propiedad ajena. Ni uno solo. La desintegración de los más elementales sistemas de justicia es la primera fatalidad cuando la extrema derecha llega al poder, trátese de Alemania, Hungría, Chile y Argentina. ¿Cómo creer que ésta gente era incapaz de incurrir en algo tan monstruoso como el Holocausto cuando estaba actuando ya con la misma impunidad y prepotencia propias de un enloquecido emperador romano, desde la basea hasta la cúspide, sin que hubiese poder humano capaz o dispuesto a detener a estos primates salvajes y mucho menos remitirlos a la cárcel?

Si hemos de guiarnos únicamente por el encabezado de un periódico amarillista usado para aumentar las ventas de los ejemplares del día, con la misma facilidad podríamos dejarnos llevar por una “finta” como la siguiente:

Revelan en Conferencia Mundial que Hitler está vivo
Mesa de Redacción
Spectator Daily Post
20 de noviembre del 2004

Barcelona.- En una reunión celebrada en el interior de la Librería Europa de Barcelona en el aniversario de la muerte de Francisco Franco denominada Conferencia Mundial de Autores Revisionistas Hispanos con la asistencia de quince personas, el conocido novelista de Barcelona Joaquín Bochaca conmovió a los allí presentes al afirmar:

“Hitler está vivo. Hitler sigue vivo. Si no físicamente, al menos en nuestros corazones. Todo lo que él representa, todo lo que él fué, nos guía y nos inspira, y de nosotros dependerá que la aurora del nacionalsocialismo vuelva a renacer alrededor del mundo entero.”

En el convivio se cantó el himno de la Falange Cara al sol, se repartieron bigotitos recortados para ser portados por los asistentes y se partió un pastel en forma de svástica con los asistentes constantemente coreando consignas con el brazo completamente extendido hacia adelante y hacia arriba. Además de varios jóvenes con las cabezas rapadas, entre la lista de invitados al evento se podían contar algunas personalidades como David Duke, Robert Faurisson, David Irving, Salvador Borrego, Ernst Zündel, Willis Carto, Pedro Varela, los hermanos Leaño Alvarez del Castillo y José María Aznar, aunque algunos de ellos no pudieron estar presentes en el evento por estar purgando penas de prisión.

Ahora bien, en relación al amarillístico encabezado Judea declares War on Germany del cual Spectator ha puesto arriba la fotocopia del periódico británico Daily Express en donde aparece dicho encabezado, Joaquín Bochaca nos dice lo siguiente:

El 2 de Enero de 1938, el Sunday Chronicle de Londres publicaba un artículo titulado “Judea declara la guerra a Alemania”.

¡Qué curiosa coincidencia de encabezados! Y más curiosa porque Joaquín Bochaca no menciona para nada al Daily Express en el cual de manera confirmada sí apareció por primera vez cinco años antes el encabezado citado por Bochaca, como lo ha demostrado Spectator reproduciendo la página frontal del Daily Express. ¿Está cruzando datos Joaquín Bochaca a grado tal que ya no sabe ni siquiera qué texto proviene de qué fuente de información? Spectator le dejará a Bochaca el peso de aclararle esta duda a sus lectores, ya que es él quien está dando la cita y no Spectator. Y por cierto, el Sunday Chronicle no era de Londres en la fecha citada por Bochaca (1938), era de Manchester.

La postura típica de los literatos neo-Nazis en relación a los asaltos, humillaciones, agresiones y vejaciones que estaban padeciendo los judíos de Alemania es que los judíos del resto del mundo estaban obligados a permanecer callados en silencio absoluto sin emitir jamás protesta alguna por lo que le estaba sucediendo a los judíos en Alemania porque “al fin y al cabo son judíos y se lo tienen bien merecido”. En cambio Hitler, poco tiempo después de haber anexado Austria a Alemania y alegando las humillaciones y abusos que supuestamente estaban resintiendo los alemanes que vivían dentro de los Sudetes en Checoslovaquia (de ningún modo comparables con las persecuciones y cacerías sisteméticas de civiles judíos que se estaban cometiendo en la Alemania con la complacencia del Estado) no sólo no se quedó callado sino que en octubre de 1938 invadió con sus ejércitos a la región con el verdadero propósito de anexarla a Alemania, un acto de vil agresión y abuso de fuerza que los fascistas de hoy justifican plenamente (véase el capítulo III, De Locarno a Munich, del libro La Historia de los Vencidos de Joaquín Bochaca). Este es un ejemplo más de los miles de ejemplos que se pueden citar de la asimetría propia del modo de pensar de estos enajenados: “los otros no tienen ningún derecho a defenderse de mí y mucho menos de hacerme algo como lo que yo hago en contra de ellos porque si lo hacen entonces ante mis ojos serán criminales de la peor ralea, porque yo siempre soy el bueno y todos los demás ¡malditos! son los malos, y no se hable más del asunto”. Es por esto que los fascistas de hoy consideran un asesinato la muerte de cada soldado alemán que formó parte del enorme contingente de más de cinco millones de hombres que el 22 de junio de 1941 invadió a Rusia con plena disposición -y órdenes- de matar a todo aquél que se opusiera a ello, una invasión para la cual la Alemania Nazi no tenía ninguna otra justificación más que sus viles apetitos expansionistas. Para neo-Nazis asimétricos como Joaquín Bochaca y los demás miembros de su pandilla, lo único “justo” de parte de los rusos era que se hubiesen dejado invadir sin oponer resistencia alguna, sin disparar una sola bala, aceptando resignadamente correr bajo Hitler una suerte igual o peor que la que corrieron los indígenas del Nuevo Mundo a manos de los coterráneos “Conquistadores” de Bochaca hace medio milenio. Queda claro que tratar de encontrar un punto común de acuerdo con gente que piensa de ésta manera es una pérdida de tiempo, ya que hace mucho tiempo que perdieron su capacidad para razonar; es gente que al igual que su modelo a seguir (Hitler) piensa con los impulsos y con las vísceras, no con la lógica.

Es extremadamente fácil, sin salir de casa para nada y sin estar conectado ni siquiera a Internet, distorsionar no sólo la Historia como lo hace Joaquín Bochaca sino inclusive de los eventos presentes, cuando se cuenta ya con una predisposición a la mentira. Tomemos la siguiente noticia:

Critican videojuego australiano que invita a extinción de musulmanes
Agencia EFE
2 de noviembre del 2008

Sidney, Australia— La comunidad islámica de Australia ha criticado un videojuego colgado en internet titulado “Masacre Musulmana”, que invita a los jugadores a luchar por la “extinción de la raza musulmana”.

El videojuego, colgado el pasado día 11 de septiembre, fue creado por Eric Vaughan, un diseñador australiano de 22 años conocido por el sobrenombre de Sigvatr, y está alojado en la página web canadiense www.muslimmassacre.com, informó hoy el periódico “The Sydney Morning Herald”.

El presidente de la Asociación de Amistad Islámica, Keysar Trad, escribió al departamento australiano de Justicia para exigir la retirada del juego.

Según Trad, la página web hace apología del odio y anima a los jugadores a llevar a cabo “actos denigrantes, discriminatorios y violentos contra los musulmanes australianos”.

El departamento de Justicia concluyó que la policía tendrá que investigar si el juego viola las leyes de sedición aprobadas en 2005 para castigar ese delito, que consiste en “promover sentimientos de hostilidad entre grupos para amenazar la paz, el orden o el buen gobierno”.

Sin embargo, Keysar Trad denunció al citado periódico que la policía le había sugerido que presentara una queja ante la Autoridad de Medios de Comunicación Australianos, que no tiene jurisdicción sobre las páginas web canadienses.

A continuación tenemos la misma nota, editada y revisada al gusto de los revisionistas:

Denuncian videojuego judío que invita a la extinción de musulmanes
Agencia EFE
2 de noviembre del 2008

Sidney, Australia— La comunidad islámica de Australia ha externado su preocupación por un videojuego judío colgado en internet titulado “Masacre Musulmana”, que invita a los jugadores a luchar por la “extinción de la raza musulmana”.

El videojuego, colgado el pasado día 11 de septiembre, fue creado por Eric Isaac Vaughan, un judío de Australia de 22 años conocido por el sobrenombre de Sigvatr-Abraham, apoyado financieramente para tal proyecto por bancos australianos propiedad de conocidas familias judías, y está alojado en la página web canadiense www.muslimmassacre.com, informó hoy el periódico “The Sydney Morning Herald”.

El presidente de la Asociación de Amistad Islámica, Keysar Trad, escribió muy preocupado al departamento australiano de Justicia para pedir la retirada de este juego diseñado por un hebreo porque incita al odio y a la violencia en contra de los palestinos que viven en Israel y en Medio Oriente y alienta a llevar a cabo el genocidio de la población musulmana del orbe.

Según Trad, la página web hace apología del odio y anima a los jugadores a llevar a cabo “actos denigrantes, discriminatorios y violentos en contra de los musulmanes del mundo entero”.

El departamento de Justicia, controlado en su mayor parte por funcionarios cripto-judíos de alto rango, concluyó que antes de hacer algo la policía australiana tendrá que investigar primero si el juego viola las leyes de sedición aprobadas en 2005 para castigar ese delito, tras lo cual el vocero oficial Moises Goldberg dijo “ya veremos”, dándole muy pocas esperanzas de justicia a los afectados.

Keysar Trad denunció indignado al citado periódico que la policía local en la cual más de la mitad de los agentes y oficiales son judíos le había sugerido en tono de burla que presentara una queja ante la Autoridad de Medios de Comunicación Australianos, a sabiendas de que esta agencia no tiene jurisdicción sobre las páginas web canadienses.

Los revisionistas están acostumbrados a tomar a todos sus lectores por estúpidos. ¿Quién va a tener el tiempo para verificar, como se debe, la veracidad del enunciado “la policía local en la cual más de la mitad de los agentes y oficiales son judíos” y desmentir la falsedad? ¿Quién va a tener el tiempo para investigar lo que fue borrado? ¿Quién va a tener el tiempo para descubrir lo que fué inventado prácticamente de la nada y agregado a la nota original? En esto se basa precisamente Bochaca -así como su canallesca caterva de demeritados colegas- para darse rienda suelta escribiendo sus libros. Esta es la base de su “sabiduría”.

Naturalmente, con la misma facilidad con la cual estos charlatanes se ponen a inventar falsedades y libelos también pueden ser aterrizados en tierra y estrellados sobre sus propias narices utilizando sus mismas patrañas y tergiversaciones. A ello se exponen cuando escriben algo y lo ponen a la venta o lo suben a Internet. Si Joaquín Bochaca está siendo descalabrado aquí es porque él mismo se expuso a ello.

Veamos a otro “judío” citado por Joaquín Bochaca en la página 16 de su libro:

Mientras, por citar un ejemplo que nos parece revelador, en los campos de concentración soviéticos de Siberia y del Círculo Polar Artico había, según los cálculos más prudentes (¿los cálculos más prudentes de quién? ¿del mismo Bochaca?) de seis a ocho millones de internados, el escritor e historiador hebreo antinazi Reitlinger sostiene que, entre 1934 y 1938, el número de detenidos en campos de concentración raramente pasó de 20,000 en toda Alemania, de los cuales el número de judíos nunca sobrepasó los 3,000.

Comentarios de este tipo abundan en la obra de Bochaca (y de otros como él).

La intención de este párrafo puesto casi al principio del libro es irle metiendo a los lectores en la cabeza la idea de que si el número de detenidos judíos en campos de concentración en toda Alemania era menos que el que encontramos en cualquier prisión ordinaria, pues entonces no había forma de que el Holocausto pudiese haber ocurrido habiendo tan poca “materia prima” para empezar a llevarlo a cabo. Además, estas son cifras favorables a los Nazis que presuntamente reconoce un judío. Esto parece ser impactante, hasta que nos podemos a meditar en un hecho trascendental:

¿De dónde demonios sacó Joaquín Bochaca el “dato” de que Gerald Roberts Reitlinger, nacido en Londres en 1900, hijo del banquero Albert Reitlinger y Emma Brunner, el cual estuvo inscrito no en alguna escuela judía sino en la escuela Westminster, sirvió en el regimiento Middlesex durante la Primera Guerra Mundial, para posteriormente llevar a cabo estudios en Christ Church seguidos por estudios posteriores en Slade School y la Escuela de Arte de Westminster, era un judío? Esto es importante porque Joaquín Bochaca no se limita a sugerir que Gerald Reitlinger posiblemente haya sido un judío, afirma tal cosa sin la menor duda. Pero, ¿en base a qué? ¿A sus típicas invenciones forjadas por él mismo en la sala de su casa? No lo dice, y como no lo demuestra, nos vemos obligados a ignorar tal “dato” puesto por Bochaca en su libro.

Al igual que otros tractos de la ultraderecha neo-Nazi, Joaquín Bochaca infla su libro acerca del “mito” del Holocausto metiendo argumentos para poner a los judíos del mundo entero como parásitos despreciables a los cuales el mundo no les debe nada, y que por lo tanto -pese a que el Holocausto fué “un mito” según Bochaca- de cualquier manera Hitler habría estado en todo su derecho de llevar tal cosa a cabo si lo hubiera querido. Veamos lo siguiente que está puesto inmediatamente después del anterior párrafo que acabamos de citar, en donde Joaquín Bochaca recurriendo al libro antisemita 150 genios opinan sobre los judíos elaborado por la ultra-fascista CEDADE rebautiza a conocidas personalidades históricas como decididos fascistas:

La filosofía de las medidas antijudías de Hitler se basaba, en definitiva en la constatación de que la comunidad hebrea constituía un cuerpo halógeno, desinteresado en los avatares de la nación, cuando no hostil a los mismos; un estado dentro del estado, es decir, políticamente hablando, un parásito.

Al doble juego judío, consistente en recabar todos los derechos de los ciudadanos de un país sin participar en las obligaciones de los mismos, se han opuesto, con frases contundentes, que no dejan el menor resquicio a la duda (¿?), grandes hombres de todas las épocas y de todas las naciones: Jorge Washington, Benjamín Franklin, Mahoma, Voltaire, Lope de Vega, Victor Hugo, Gracián, Napoleón, Ortega y Gasset, Cicerón, Pascal, Papini, Beethoven, Giordano Bruno, Shakespeare, Cervantes, Quevedo, Lutero... Incluso en el Evangelio de San Juan se cita (8: 31-47) una diatriba de Jesucristo contra los fariseos (los sionistas de la época) de una violencia que no superó jamás ni siquiera el Doctor Goebbels (¿?).

Pero es que, además, esa filosofía según la cual los judíos no eran alemanes no era exclusivamente sustentada por los nazis, sino que de la misma participaban los propios judíos (¿?), tanto de Alemania como de cualquier otro país. Los judíos siempre han reclamado los derechos de ciudadanía para conseguir todo lo que de ello se deriva, para disfrutar de la protección de las instituciones públicas con objeto de extraer del pueblo que les ha dado hospitalidad todo el provecho material y moral que pueda resultar de sus actividades. Pero al mismo tiempo han reservado su lealtad a otra nación, a otra bandera, a otra organización, a otros líderes internacionales, al Sionismo, formando un estado dentro del estado.

Antes de proseguir, y sobre todo antes de darle plena credibilidad a estas rabiosas diatribas, el lector tal vez quiera echarle un vistazo al trabajo Ingratitud.

La obra 150 genios opinan sobre los judíos es una recopilación elaborada por los mismos compinches de Joaquín Bochaca en Barcelona y presentada al mundo como algo reveladoramente sensacional que tiene una serie de distorsiones y mentiras que harían a cualquier historiador serio caer muerto de la risa o de la vergüenza. Tomemos el siguiente párrafo atribuído a George Washington en la literatura ultraderechista, de algo que supuestamente dijo en 1779:

Ellos (los judíos) trabajan de manera más efectiva en contra de nosotros que los ejércitos enemigos. Ellos son cien veces más peligrosos para nuestras libertades y nuestra gran causa en la que estamos involucrados. Debe ser muy lamentado el que cada estado, desde hace tiempo no los ha cazado como plagas de la sociedad y los mayores enemigos a la felicidad de América.

Pero George Washington nunca dijo tal cosa. De hecho, George Washington jamás tomó postura alguna en contra de los judíos de Norteamérica. Lo que estamos viendo aquí en acción es otra de las muchas trampas y triquiñuelas mañosas de la ultraderecha ya que, después de todo, si una persona en tan alta estima en los Estados Unidos como George Washington, el Padre de la Patria, el Primer Presidente de dicha nación, el hombre que de acuerdo con la tradición no podía decir una mentira, dijo que los judíos eran una peste peligrosa y que deberían ser cazados como si fuesen una plaga, algo debe de haber de cierto en ello. ¿No es así? Citando a personajes como Washington los extremistas intentan darle una credibilidad inmerecida a sus argumentos. La proclama antisemítica que los neo-Nazis le atribuyen a George Washington está tomada del libro Maxims of George Washington:





¡Sin embargo, la frase tal y como la pronunció originalmente George Washington no se refiere a los judíos, se refiere a los especuladores que se beneficiaban a expensas de las necesidades de los soldados durante la guerra independentista! De hecho, la actitud de George Washington hacia los judíos quedó demostrada el 17 de agosto de 1790 durante una visita de buena voluntad que hizo a Newport, Rhode Island, durante su primera gestión como Presidente. Cuando en dicho viaje la Congregación Hebrea de Newport lo recibió con una alocución de bienvenida, Washington dirigiéndose a Moses Seixas le respondió con las siguientes palabras que hoy están grabadas en las páginas más brillantes de aquella joven nación, consideradas como la primera declaración presidencial del status libre e igualitario de los ciudadanos judíos norteamericanos:

Los Ciudadanos de los Estados Unidos de Norteamérica tienen el derecho de aplaudirse a sí mismos por darle a la Humanidad ejemplos de una política engrandecida y liberal: una política digna de imitación. Todos poseen por igual libertad de conciencia e inmunidades de la ciudadanía. Es ahora no más que de la tolerancia se habla, como si fuese por la indulgencia de alguna clase de gente que otra goza del ejercicio de sus derechos naturales inherentes. Puesto que felizmente el Gobierno de los Estados Unidos, el cual no dá visto bueno a la intolerancia, ni asiste a la persecusión, requiere únicamente que aquellos que viven bajo su protección, se comporten como buenos ciudadanos.

Que los Hijos de la Descendencia de Abraham, quienes viven en esta tierra, continúen mereciendo y disfrutando la buena ventura de los otros Moradores; cuando cada uno se sentará bajo su propia viña y su propia higuera, y no habrá nadie que lo haga temer.

George Washington a lo largo de su vida mostró una admirable y ejemplar tolerancia religiosa que jamás mostraron ni los Reyes “Católicos” de España, ni los Conquistadores españoles que colonizaron América, ni el dictador antisemita fascista español Francisco Franco, ni Joaquín Bochaca y su clan racista. Si algún patán de Barcelona o de cualquier otra ciudad de España o del resto del mundo insiste en afirmar que “con frases contundentes, que no dejan el menor resquicio a la duda” que George Washington denunció a los judíos de su país vilificándolos, Spectator no tendrá la menor vacilación en aventarle en su cara el libro George Washington and Religion de Paul F. Boller.

Ahora veamos el caso de Benjamin Franklin.

Al citarlo como un gran estadista que se opuso “al doble juego judío” con frases contundentes, “que no dejan el menor resquicio a la duda”, Joaquín Bochaca seguramente tenía en mente alguna de sus “privilegiadas” fuentes de información tales como el libro Traición a Occidente del mendaz Traian Romanescu, en donde podemos encontrar lo siguiente (Capítulo IX, La Traición, Tradición de la Judeomasonería);

Entre los jefes del movimiento, el más prominente y el más inteligente como político fue Benjamín Franklin. Aunque masón, tuvo el valor de intentar introducir en la Constitución unas cláusulas que debían prohibir la penetración judía, después de que se dio cuenta de lo que en realidad había en el fondo del movimiento (¿?). Benjamín Franklin era el más viejo, el más culto y el más cristiano entre sus colegas que oficialmente practicaban también la religión cristiana puesto que en aquella época la masonería guardaba todavía las apariencias y se hacía aparecer como “asociación cristiana”. De otra manera, no habría podido prosperar dentro de una sociedad eminentemente cristiana. Convencido del peligro judaico que amenazaba a la nueva nación, Franklin intentó excluir a los judíos de la sociedad americana. Durante los debates preliminares de la Constitución, Franklin pronunció un discurso en el que dijo:

“En cualquier país donde los judíos se han establecido en gran, número, ellos han rebajado el nivel moral... Han hecho banda aparte. . . Ellos han ridiculizado la religión cristiana... Ellos han ' construido un Estado en el Estado y cuando se les ha opuesto resistencia, ellos han intentado estrangular al país que los abrigaba...:

“Si en esta Constitución ustedes no los excluyen de los Estados Unidos, en menos de doscientos años, ellos hormiguearán en una cantidad tan considerable que dominarán y devorarán nuestra Patria y cambiarán la forma de gobierno. Os advierto, señores; si no excluís a los judíos de nuestra comunidad, nuestros hijos nos maldecirán en nuestras tumbas” ... :

Las previsiones de Franklin se cumplieron matemáticamente (¿?). En menos de doscientos años Norteamérica ha sido transformado en una verdadera colonia del judaísmo (¿?). Los judíos dominan el gobierno y en toda la vida del país (¿?), y aun así la masa del pueblo norteamericano no se da bien cuenta (¿?) de lo logrado por la judería, a la que siempre auxilió eficazmente la masonería.

¿Emitió realmente alguna vez en su vida el notable estadista norteamericano Benjamin Franklin algún comentario u observación en contra de los judíos, como lo afirma con tanta seguridad Joaquín Bochaca?

La respuesta es, categóricamente, un NO rotundo. Esta falacia tiene un común denominador, una supuesta “profecía” dizque hecha por Benjamín Franklin, dada a conocer por vez primera en febrero de 1934 en una publicación del fascista norteamericano William Dudley Pelley (el cual fue convicto por los tribunales norteamericanos bajo el cargo de sedición en 1942 recibiendo una pena de 14 años en prisión). La supuesta “profecía”, en su forma más conocida, dice lo siguiente:

Hay un gran peligro para los Estados Unidos de América. Este gran peligro es el judío. Señores, en cada tierra en donde se han asentado los judíos, han deprimido el nivel moral y disminuído el grado de honestidad comercial. Se han mantenido separados e inasimilados; oprimidos, ellos intentan ahorcar a la nación financieramente, como en el caso de Portugal y España.

Por más de 700 años ellos han lamentado su suerte calamitosa -a decir, que han sido sacados fuera de su madre tierra; pero, Señores, si el mundo civilizado de hoy les regresara la Palestina y sus propiedades, ellos de inmediato encontrarían razones para no volver. ¿Por qué? Porque son vampiros y los vampiros no pueden vivir de otros vampiros -no pueden vivir entre ellos mismos. Tienen que vivir entre Cristianos y otros que no pertenecen a su raza.

Si no son expulsados de los Estados Unidos por la Constitución en menos de cien años, ellos fluirán hacia este país en tales números que nos gobernarán y nos destruirán y cambiarán nuestra forma de gobierno por la que los Americanos derramamos nuestra sangre y sacrificamos nuestras vidas, nuestros hijos estarán trabajando en los campos para alimentar a los judíos mientras ellos permanecen en sus casas de conteo, felizmente sobándose las manos.

Les prevengo, Señores, que si no excluyen a los judíos para siempre, sus hijos y los hijos de sus hijos los maldecirán a ustedes en sus tumbas. Sus ideas no son de Americanos, aunque hayan vivido entre nosotros por diez generaciones. El leopardo no puede cambiar sus manchas. Los judíos son un peligro para esta tierra, y si se les permite entrar, ellos pondrán en riesgo nuestras instituciones. Ellos deberían ser excluídos por la Constitución.

Desde que apareció publicada esta “profecía” de Benjamín Franklin, el fraude ha sido desmentido por varias organizaciones y eminencias en la materia. Una de ellas es el notable historiador estadounidense Charles Austin Beard (no-judío), cuya integridad no pondremos en tela de duda, el cual dijo:

No puedo encontrar una sola fuente original que pueda dar la menor justificación para creer que la Profecía es algo más que una descarada fabricación. Ni una sola palabra he encontrado en las cartas y papeles de Franklin expresando tales sentimientos en contra de los judíos como los que le achacan los Nazis -nortemericanos y alemanes. Su bien conocida liberalidad en materias de opinión religiosa habrían, en los hechos, precluído las diatribas puestas en su boca por esta fabricación palpable... En sus escritos sobre inmigración, Franklin no hizo discriminación alguna en contra de los judíos.

El Profesor Beard agregó que la fraseología utilizada en la “profecía” no utiliza ni el lenguaje ni las palabras propias del siglo XVIII en el que vivió Franklin, ni el lenguaje que utilizaba Franklin, puesto que contiene palabras que son más propias de la Alemania Nazi del Siglo XX que de la época colonial en la que vivió Franklin, y de hecho Beard presentó “evidencia positiva” de que Franklin mantenía a los judíos en alta estima, como el hecho de que cuando la Sociedad Hebrea de Filadelfia estaba recabando fondos para la construcción de una sinagoga en Filadelfia, Franklin firmó la petición de ayuda de contribuciones dirigida a los “ciudadanos de todas las denominaciones religiosas” y él mismo dió una donación de 5 libras. Por su parte, el biógrafo de Franklin, Carl Clinton Van Doren (no-judío), el cual ganó en 1939 un Premio Pulitzer (algo a lo que no podrá aspirar jamás en su vida un Pinocho como Joaquín Bochaca) precisamente por su trabajo biográfico sobre la vida de Franklin, y el cual elaboró un reporte denunciando el fraude de la “profecía”. A su voz se le suma la de J. Henry Smythe, el compilador de la obra The Amazing Benjamin Franklin, quien también ha caracterizado a la “profecía” como un vil fraude señalándola como “un libelo de la raza judía, injusta tanto para los judíos como para el nombre y la fama de Benjamín Franklin. He investigado esta calumnia y no le encuentro base histórica alguna”. Mismas opiniones han externado Julian P. Boyd, conservador de la Historical Society of Pennsylvania, y John Clyde Oswald de la International Benjamin Franklin Society.

Y en cuanto a la afirmación Bochaquiana de que también Beethoven se opuso “al doble juego judío” con frases contundentes, “que no dejan el menor resquicio a la duda”, ésta temeraria afirmación debe ser contrastada con el hecho de que fue precisamente uno de los discípulos de Beethoven, un judío joven de nombre Ferdinand Hiller, quien recolectó un mechón de cabello de su maestro al día siguiente de su deceso, siendo conservado por su familia como un preciado tesoro. En el caos del Holocausto que Joaquín Bochaca insiste en negar recurriendo a fantasías, este mechón de cabello fué dado en custodia a Kay Fremming, un médico Danés (no-judío) que estuvo involucrado en los esfuerzos de salvamento de centenares de judíos huyendo de Hitler-Satanás. Este mechón de cabello es lo que ha posibilitado a través de las más recientes técnicas foreneses obtener información acerca de los últimos meses de vida de Beethoven (consúltese la conferencia de prensa dada el 17 de octubre del 2000 por el Doctor William Walsh, Director del Beethoven Research Project a cargo del Health Research Institute and Pfeiffer Treatment Center en Naperville, Illinois). De haber sido Beethoven el rabioso antisemita en que Bochaca lo quiere convertir, jamás habría recibido esta muestra suprema de afecto y consideración de parte de uno discípulo judío suyo. Si Joaquín Bochaca o cualquier otro compinche suyo de cualquier parte del mundo está en posesión de algún documento original de la autoría de Beethoven en el cual el célebre compositor manifiesta su repudio “al doble juego judío” con frases contundentes, “que no dejan el menor resquicio a la duda”, Spectator lo recibirá gustosamente para publicarlo aquí mismo... después de haberlo sometido a la comunidad académica alemana y a sociedades históricas profesionales.

Y en lo que respecta a la afirmación Bochaquiana de que también Napoleón se opuso “al doble juego judío” con frases contundentes, “que no dejan el menor resquicio a la duda”, el farsante de Joaquín Bochaca ignorando momentáneamente que fué precisamente Napoleón quien le hizo el gran favor a la humanidad de liberarla de una vez por todas y para siempre a la intolerante y temible Inquisición Española, prefiere finger demencia soslayando el hecho de que el ascenso al poder de Napoleón tuvo una acción emancipadora en la que por fín tras siglos de discriminación a los judíos se les concedió igualdad de derechos, obligaciones y privilegios ante la Ley, algo que no cabe en las mentes de los grandes continuadores de la intolerancia fascista.

Y en cuanto a Cervantes, exhibido por su propio coterráneo Bochaca como un redomado antisemita precursor del fascismo franquista, no será Spectator quien le limpie aquí su imagen al creador del Quijote y las Novelas Ejemplares. Que lo hagan los mismos españoles de hoy, si es que realmente les interesa rescatar a su máxima figura en las letras de la lengua hispana. Un español de Barcelona lo enfangó, y tendrá que ser el país sede mundial de la Real Academia de la Lengüa Española el que lo reivindique.

Y en lo que respecta a los otros personajes históricos famosos a los cuales la pinochesca ultraderecha española entronizada en el desvariante Joaquín Bochaca les atribuye también citas con una postura decididamente antijudía, Spectator no perderá más tiempo rebatiéndole este argumento a Joaquín Bochaca, puesto que ya lo hicieron otros autores, específicamente Morris Kominsky en su libro The Hoaxers (Los Timadores) y los autores Paul F. Boller y John George con su libro They Never Said It (Ellos Nunca lo Dijeron).

Quien haya leído lo anterior podrá decir con toda razón: ¿Y qué tiene que ver ésto con el asunto del Holocausto? En realidad, nada, pero fué el mismo Joaquín Bochaca quien metió estos temas de “relleno” en su libro El Mito de los Seis Millones y Spectator lo único que está haciendo es darles riguroso seguimiento (poniéndole de paso los dos ojos morados al falaz novelista de Barcelona). Moraleja: la próxima vez que Bochaca quiera evitar ser vapuleado como se está haciendo aquí con él, será mejor que se limite a hablar única y exclusivamente del tema que dice tratar, aunque ello sea la diferencia entre un libro de 130 páginas con el cual pretenda hacernos creer que es un verdadero sabio, y un panfleto de veinte páginas como los pasquines sensacionalistas que se venden en los puestos de periódicos.

En su libro, Joaquín Bochaca no pierde oportunidad para incurrir en grados extremos de cinismo que, sazonados con sus millares de mentiras y omisiones, pueden ocasionar la ira de sus detractores, tales como tener el atrevimiento de eregirse a sí mismo como representante y defensor de “la Verdad” (su verdad). Veamos una muestra de tal exhibicionismo en la página 43:

El argumento de la aceptación general de una determinada tesis no vale, pues, nada en absoluto. La Verdad, con aceptación general o sin ella, siempre será la Verdad. Pretender que el consenso popular es válido cuando se trata de avalar la tesis de los seis millones y es falso cuando se manifiesta en unas votaciones democráticas aplastantemente favorables a Hitler, es una siniestra idiotez que no resiste un examen serio.

Es sumamente irónico que Hitler, en el Capítulo X de “Mein Kampf” anticipara la técnica de la “Gran Mentira” cuando, al descubrir el modus operandi de los agitadores judíos en Alemania, afirmaba que, cuando mayor era una mentira, más probabilidades tenía de ser creída, porque precisamente el hombre reacciona afirmando que una enormidad tan grande no ha podido inventarla nadie.

Hablando de “la Gran Mentira”, es sumamente irónico que haya sido precisamente el mismo Hitler quien se regodeó a sus anchas incurriendo en ella en millares de ocasiones a través de su Ministro de Propaganda Paul Joseph Goebbels, cuya cita más famosa es una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad, máxima que Goebbels puso en práctica cotidiana al igual que como hoy lo hacen revisionistas como Bochaca. Resulta igualmente irónico que Bochaca ligue a Hitler con la palabra “democracia” a sabiendas de que una vez que Hitler llegó al poder no hubo ya elecciones libres en Alemania sino después de la derrota contundente del Nazismo a manos de las fuerzas aliadas, a sabiendas de que el dictador alemán Hitler -al igual que el dictador español Francisco Franco- aborrecía y detestaba a la democracia. En cambio, en los Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt tuvo que contender en dos ocasiones para poder permanecer en la Casa Blanca mientras su país daba una dura lucha al nazi-fascismo de los países del Eje, siendo respaldado en todo momento en las urnas por su pueblo que no creyó ni un solo momento en la ridícula propaganda Nazi acerca de “la gran conspiración judía masónica comunista” y las supuestas bondades que el Nazismo iba a traer el planeta con la instalación de Hitler como Führer del Mundo.

No todos los revisionistas son tan obvios y tan estúpidos como Joaquín Bochaca. Hay algunos que son más inteligentes y más ladinos, como la inglesa Winifred (Freda) Utley, autora de los libros The Resistance (citado por Joaquín Bochaca en su libro Los crímenes de los buenos”) y The High Cost of Vengeance, en los cuales pese a que hace suyos varios de los argumentos repetidos por los neo-Nazis de hoy en día (como expresar su indignación por el bombardeo de las fuerzas aliadas sobre Dresde sin derramar jamás una sola lágrima por las víctimas de los bombardeos Nazis en Guernica y Londres) no hay visos muy obvios de antisemitismo ni mención alguna a “la gran conspiración judía masónica comunista”; quizá por el hecho de que Freda Utley estaba casada con un judío ruso de la Unión Soviética (esta es la razón por la cual a los literatos fascistas de hoy no les agrada citarla con suma frecuencia). Freda Utley empezó como una adherente del marxismo soviético, casándose con el economista judío Arkadi Berdichevsky:





y viviendo con él en Rusia por un tiempo hasta que su esposo cayó en desgracia y fue arrestado por las autoridades soviéticas, tras lo cual regresó a su país con el hijo de ambos, convirtiéndose en decidida anticomunista, lamentando -con la mentalidad “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”- la mano dura que los aliados aplicaron a los Nazis tras la caída del Tercer Reich, aliándose eventualmente en Estados Unidos con el Senador Joseph McCarthy para la elaboración de las famosas listas negras con las cuales inició la “cacería de brujas” típica de la era del Macartismo en la cual veían cripto-comunistas hasta en la sopa. Las simpatías de Freda Utley hacia los derrotados Nazis obviamente no son compartidas por aquellos norteamericanos, ingleses, franceses y rusos que perdieron a sus familiares en la lucha contra el Nazismo y menos aún por quienes perdieron a sus familiares en los campos de concentración, pero de cualquier manera introducen otro punto de vista así sea algo tergiversado en la interpretación de los hechos de la post-guerra, con Freda Utley haciendo las veces del papel del “abogado del diablo”. Es una lástima que Freda Utley no haya terminado de escribir el segundo volumen de su autobiografía, porque en dicho volumen ella “demostraba” cómo el Senador McCarthy había sido capturado... ¡por las fuerzas de la ultraderecha!, y llevado tras ello a su destrucción. (¿¿¿???)

(Se debe agregar aquí que Spectator ha encontrado numerosos párrafos en el voluminoso libro de 318 páginas The High Cost of Vengeance de los cuales no existe otra evidencia documental más que la misma palabra dada por Freda Utley, la cual no proporciona bibliografía alguna al final de su libro. Desafortunadamente, el análisis a fondo de este libro suyo con el fin de detectar y exponer aquellas afirmaciones que hayan sido invenciones de la misma Freda Utley deberá quedar en manos de otros historiadores que tengan el tiempo disponible para ésta tarea.)

Para responderle así sea en parte a Freda Utley (y con ello a Joaquín Bochaca y su pandilla de falsarios) sus acusaciones de que todos los detenidos que fueron juzgados en Dachau por crímenes contra la humanidad fueron juzgados y convictos injustamente con pruebas falsas y testimonios obtenidos a base de torturas, bastará con citar aquí el ejemplo de una verdadera enferma mental, Ilse Koch, alias la Bestia de Buchenwald, la Bruja de Buchenwald, la Perra de Buchenwald:





cuya increíble brutalidad y sadismo fueron de tal magnitud que no existen palabras en el diccionario para describir a esta perversa y degenerada serpiente salida de las entrañas más profundas y obscuras del inframundo. Desde antes de que las fuerzas aliadas liberaran el campo de Buchenwald, esta mujer ya había sido investigada por un oficial de las SS, Georg Konrad Morgen, asignado para investigar acusaciones de crímenes y corrupción que estaban teniendo lugar en el campo de concentración a manos de esta desequilibrada, y de hecho fue puesta bajo juicio en diciembre de 1943 en un tribunal Nazi en donde el mismo Konrad Morgen actuó como juez, aunque a fin de cuentas el juicio terminó siendo una farsa y la mujer fue exonerada y devuelta al campo de concentración con amplias facultades para que siguiera cometiendo sus atrocidades. Fue necesario que llegaran las tropas aliadas para que se comprobase con pruebas en la mano uno de los cargos más horripilantes formulados por los sobrevivientes en contra de esta mujer: su macabra costumbre de matar o mandar matar a prisioneros con tatuajes para despellejarlos y utilizar sus pieles tatuadas para confeccionar souvenirs de piel humana en su casa. A continuación tenemos la fotografía que muestra algunas de las evidencias recolectadas en la casa de esta aberración humana llamada Ilse Koch:





A continuación tenemos una fotografía de la Corte en donde fue juzgada Ilse Koch, con capacidad para 300 personas (aunque de alguna manera lograban encontrar cabida 400 personas) en la cual podemos apreciar algunos clérigos norteamericanos que asistieron para presenciar el juicio de Ilse Koch:





En la siguiente fotografía vemos a un testigo de la fiscalía, el Doctor Kurte Sitte (cuyo Doctorado en Física no le sirvió para evitar ser un prisionero en Buchenwald desde septiembre de 1939 hasta que el campo fue liberado) identificando tres pedazos de piel humana tatuada y testificando cómo la piel humana tatuada era removida de los cadáveres de los prisioneros -ejecutados para tal efecto- para hacer artículos variados para oficiales de las SS:





Pues bien, poco tiempo después de recibir una pena de prisión perpetua, la cual fue considerada demasiado benigna por los asistentes al juicio, la defensa utilizando argumentos legaloides logró que la pena fuera reducida a una ridícula sentencia de tan sólo cuatro años de prisión, un hecho que escandalizó a la sociedad norteamericana. Además de este traspiés de la justicia, otros criminales Nazis que habían sido sentenciados a la pena de muerte o a cadena perpetua en base a los numerosos testimonios acumulados de los sobrevivientes también se salvaron sin muchas dificultades de dichas penas y vieron sus sentencias disminuídas considerablemente, como lo es el caso de una colega Nazi de Ilse Koch, Margarete Rabe, a la cual también se le conmutó su prisión perpetua por una ridícula sentencia que no llegó ni siquiera a los seis años de prisión. ¡Y aún así revisionistas como Freda Utley se quejan de que la justicia en Dachau estuvo amañada en contra de los “pobrecitos Nazis”! Tras ser puesta en completa libertad en 1951, Ilse Koch fué detenida nuevamente pero esta vez ya no por las fuerzas aliadas sino por los mismos alemanes que la llevaron nuevamente a juicio condenándola a prisión perpetua, sentencia que Ilse Koch burló quitándose cobardemente su propia vida en 1967 siguiendo los ejemplos de otros cobardes tan miserables como ella tales como Heinrich Himmler y Adolph Hitler. Si Joaquín Bochaca y sus asociados insisten en culpar a alguien por “la gran injusticia cometida en contra de la pobrecita Ilse Koch”, pues tendrán que voltear sus ojos hacia los mismos alemanes a los cuales hoy quieren fanatizar de nueva cuenta hacia el Nazismo.

Con todo lo que digan los ultraderechistas de nuestros tiempos, la excesiva generosidad mostrada por los aliados hacia los derrotados Nazis fue de tal magnitud que inclusive Gudrun Burwitz-Himmler, la hija del mismísimo Heinrich Himmler, aún se pasea y viaja tranquilamente por toda Europa en nuestros días, casada con el escritor Wulf Dieter Burwitz, ambos sumamente activos dentro de la comunidad Nazi alemana promoviendo el ascenso del neo-Nazismo en toda Europa. (Es muy posible que esta siniestra pareja tenga contactos estrechos con el mismo Joaquín Bochaca de Barcelona, habido el hecho de que los esfuerzos actuales de este tipo de gente es resucitar al Nazismo a nivel mundial; e inclusive es posible que también hayan aprendido ya a través de sus contactos en Latinoamérica acerca de la técnica creada en México en la ciudad de Guadalajara para la formación de sociedades secretas neo-Nazis con el propósito de infiltrar gobiernos para el establecimiento de gobiernos paralelos secretos.)

En la literatura de la ultraderecha fascista se habla muy poco por no decir casi nada acerca del hecho de que en la máxima locura del Nazismo que llamamos Holocausto no sólo participaron hombres embrutecidos con propaganda barata como la que escribe Joaquín Bochaca sino también mujeres como la terrible perra de Buchenwald Ilse Koch que con todo dista mucho de ser la única mujer que se transformó a sí misma en un enajenado demonio atormentando y matando a gente indefensa guiada tan sólo por el perverso placer de hacer sufrir en grado extremo a otros que por las circunstancias no podían defenderse de ella. La mayoría de estas mujeres tuvieron como base de operaciones el campo de concentración de Ravensbrück cerca de Furstenberg en Alemania, el cual era el único campo de concentración exclusivo para mujeres y el cual sirvió como base de entrenamiento para las enlistadas que pertenecían a las SS, de las cuales 3,500 mujeres recibieron “entrenamiento” en las técnicas “propias” de las SS. El número estimado de víctimas en este campo de concentración se estima en 92 mil. Una de las mujeres juzgadas por crímenes de guerra que laboró en dicho campo fué Emma Zimmer, mejor conocida como Menzel, muy temida por su brutalidad y su sadismo, la cual fue colgada en la horca el 20 de septiembre de 1948 a la edad de 68 años. Y podemos mencionar a muchas otras, como Herta Oberheuser, Irma Grese, Elisabeth Volkenrath, Juana Bormann:





a las cuales podemos sumar otras carceleras igualmente bestiales y sádicas como Hermine Braunsteiner, Alice Orlowski, Elisabeth Marschall, Greta Bösel, Dorothea Binz, Ruth Closius, Ida Bertha Schreiber, Maria Mandel, Therese Rosi Brandel, Elizabeth Lupka, Margot Drexler, Jenny Wanda Barkmann, Elisabeth Becker, Wanda Klaff, Ewa Paradies, Gerda Steinhoff, Else Lieschen Frieda Ehrich, Frieda Jahnke, Ulla Erna Frieda Juerss, Hildegard Lächert, Margot Dreschel, Ruth Elfriede Hildner, Karla Mayer, Elfriede Mohnecke, Hildegard Neumann, Kaethe Hoern, Rosalie Leimboeck y Sydonia Bayer. Tal vez se preguntarán algunos qué es lo que puede inducir al mal llamado “sexo débil” a corromperse de esta manera convirtiendo a lo que de otra manera serían encantadoras damitas de sociedad en sádicas bestias asesinas que se deleitan con el dolor y el sufrimiento de otros. Además de la obvia explicación ofrecida por las religiones sobre la existencia de fuerzas metafísicas obscuras más allá de nuestra comprensión y entendimiento capaces de convertir a cualquiera de nosotros en un Himmler o en una Ilse Koch si no mantenemos nuestra guardia en alto, investigaciones recientes como las llevadas a cabo por Benjamin Lahey y Jean Decety de la Universidad de Chicago con la ayuda de la tomografía por resonancia magnética MRI están revelando que los cerebros de ciertas personas mantienen activados sus centros receptores y generadores de placer cuando le están causando dolor a otros; en pocas palabras, tienen una predisposición al crimen por cierto placer físico que obtienen de modo natural en sus cerebros al hacer sufrir y matar a otros. De cualquier manera, en estas personas inclinadas por su propia naturaleza al crimen aberrante y sádico se requiere un “gatillo” para liberarlas por completo de sus inhibiciones morales pasándolas en definitiva hacia “el lado obscuro de la Fuerza”. Y este gatillo es precisamente la perversa propaganda ultraderechística repleta de falsedades y odio como la que escriben tipos como Joaquín Bochaca. Tal es la fuerza seductora, tan potente como corruptora, de las fantasías que elaboran los pseudo-historiadores revisionistas de hoy, que ni siquiera las mujeres se pueden considerar inmunes a caer en la telaraña de esta la vil propaganda de la ultraderecha.

Las injusticias que Freda Utley en su libro The High Cost of Vengeance les atribuye a los aliados en contra de los “pobrecitos Nazis” que fueron capturados ya sea porque no se suicidaron o porque se largaron con sus fortunas mal habidas a un país dispuesto a asilarlos -como España, Argentina y Paraguay- están siendo utilizadas propagandísticamente ahora, hoy mismo, en el mismo país en donde dió inicio la locura Hitleriana, y como prueba de ello tenemos el siguiente párrafo traducido al Alemán de la versión original en Inglés que se encuentra en la página 203 de la publicación de 1949 del libro The High Cost of Vengeance:

In einem 'berühmten' Fall hatte Kirschbaum einen gewissen Einstein vorgeführt, um zu beweisen, daß der Angeklagte Menzel Einsteins Bruder ermordet habe. Der Angeklagte wies aber mit der Hand nach der Zeugenbank; dort saß dieser Bruder. Darauf wandte sich Kirschbaum, peinlich verlegen, an Einstein und zischte ihm zu: 'Wie können wir dieses Schwein baumeln lassen, wenn Sie so blöd sind, Ihren Bruder zur Verhandlung mitzubringen!'

Esta anécdota acerca de las cómicas pifias presuntamente incurridas por un torpe fiscal norteamericano Kirschbaum en los juicios de Dachau y que se está multiplicando como la langosta en sitios neo-Nazis alemanes y austriacos está disponible también en Español, precisamente en la página 60 del libro El Mito de los Seis Millones de Joaquín Bochaca (en donde reclasifica al fiscal Kirschbaum como judío sin presentar prueba alguna de ello). Debemos preguntarnos: ¿Acaso era la intención de Freda Utley dejar como legado suyo el material que escribió para ser utilizado posteriormente en la resurrección del Nazismo, como una venganza personal suya en contra del comunismo Stalinista que la privó de su esposo? Si eso fué lo que la motivó, convirtiendo a los victimarios Nazis en víctimas, inclusive en mártires, hizo un buen trabajo en ello. Y si no lo fué, estando ya muerta es demasiado tarde para que le pueda pedir disculpas a alguien por ello.

Si ha de leerse el libro The High Cost of Vengeance con el fin de recabar todos los puntos de vista posibles, resulta imprescindible recurrir también a libros tales como Justice at Dachau: The Trials of an American Prosecutor de Joshua M. Greene tomando en cuenta que, con todas las deficiencias de que haya adolecido la justicia impartida a los Nazis por las fuerzas aliadas, al menos hubo algunos exonerados; en cambio en los tribunales de justicia Nazis tales como los Volksgerichtshof los acusados tenían su culpabilidad -e inclusive la sentencia- prácticamente decidida de antemano desde antes de comenzar el juicio. La indignación manifestada por Freda Ultley de que a sus “pobrecitos Nazis” se les haya juzgado en tribunales militares y no en tribunales civiles como se acostumbra hacerlo en Norteamérica está completamente fuera de lugar no sólo por el hecho de que todos los juicios fueron llevados a cabo en suelo extranjero lejos de territorio norteamericano sino por el hecho de que las circunstancias del caos posterior a la guerra y la magnitud de los crímenes de los acusados así como la premura del tiempo imposibilitaban la instalación de un enorme y costoso aparato judicial con comodidades como las que gozan los mismos norteamericanos dentro de territorio norteamericano. De igual manera, tampoco se podían aplicar técnicas de interrogatorio “suaves” en contra de endurecidos y fanatizados oficiales Nazis de las SS juramentados en su lealtad a Hitler hasta la muerte cuando al mismo tiempo aprovechando la confusión centenares de criminales de guerra Nazis (como John Demjanjuk conocido como Iván el Terrible, Klaus Barbie conocido como el Carnicero de Lyon, Josef Mengele conocido como el Angel de la Muerte, León Degrelle y muchos otros) estaban huyendo tranquilamente logrando evadir la acción de esa misma justicia que Freda Utley acusó de ser demasiado dura e inflexible.

Una buena parte de la propaganda neo-Nazi para acarrearle simpatías al Nazismo está basada en hechos magnificados deliberadamente hasta la exageración por la maquinaria de propaganda Nazi, tales como la masacre de Nemmersdorf, escenario de una ejecución llevada a cabo por las fuerzas soviéticas en contra de 14 civiles alemanes que fueron muertos a corta distancia. Tras la recuperación de Nemmersdorf por parte de las tropas Nazis, la maquinaria desinformativa Hitleriana no esperó un solo momento para acusar al Ejército Rojo de matar a decenas de civiles inflando los números e inclusive la forma en la que murieron las víctimas, narrando con lujo de detalles la descripción de mujeres violadas y posteriormente crucificadas, de lo cual sin embargo y extrañamente no existe una sola fotografía que documente tales crucifixiones pese a que los “reporteros de prensa” del Nazismo seguían a las tropas alemanas de cerca para documentar todo lo que pudiera ser utilizado como arma de propaganda en contra del enemigo.

Indudablemente que se cometieron excesos por parte de las tropas soviéticas, sobre todo en contra de los soldados alemanes que caían en sus manos, pero sin intención de justificar aquí tales excesos no se debe olvidar por un solo momento que fueron los alemanes quienes invadieron primero a Rusia con la intención de apoderarse de dicho país. Se estima que 20 millones de civiles rusos perdieron sus vidas a causa de la invasión Nazi, y los familiares de muchos de ellos no quedaron dispuestos ni a perdonar ni a mostrar compasión alguna, sobre todo al ir descubriendo en su lento avance hacia Alemania los horrores que se estaban cometiendo los Nazis en los campos de concentración. Los oficiales del Ejército soviético, ávidos de venganza, no estaban preparados para mostrar una compasión que los mismos agresores comportándose como chacales no habían mostrado al invadir su país. Y no sólo los soviéticos tenían motivos de sobra para querer hacer pagar muy caro a todos los que pelearon y a todos los que colaboraron para implantar el imperio de terror de Hitler en Rusia. Los esbirros de Hitler también tenían cuentas pendientes con los norteamericanos, especialmente tras matanzas como la masacre de Malmedy, de la cual nunca hablan pseudo-historiadores farsantes como Joaquín Bochaca (no hay mención de esta masacre ni en el libro Los crímenes de los buenos” ni en el libro La Historia de los Vencidos) y asociados. De cualquier modo, en base a la asimetría con la cual los literatos de la ultraderecha manejan su basura, lo único justo para ellos es que al ir retrocediendo las hordas de Hitler -a un costo enorme para las tropas rusas- los rusos se hubiesen comportado con los “pobrecitos Nazis” de manera sumamente piadosa y compasiva, perdonándolos incondicionalmente e inclusive dejándolos regresar a Alemania en paz, perdonándoles también todo lo que estaban descubriendo que había estado ocurriendo en los campos de concentración liberados por el Ejército soviético. ¡Que al fin y al cabo el Holocausto, al decir de los revisionistas como Joaquín Bochaca, nunca ocurrió! Y en el caso de los norteamericanos, lo único “justo” sería que también les hubiesen perdonado a las tropas Nazis masacres como la de Malmedy, como si nada hubiera pasado, y que el gobierno norteamericano les hubiera dicho a los familiares de las víctimas de estas masacres Nazis: “Es que decidimos perdonarlos y dejarlos ir en paz. No vaya a ser que si intentamos castigar a alguno de ellos por estos crímenes algún escritor de algún país como España en el futuro nos lo esté recriminando usándolo como justificación para revivir al Nazismo”. En base a la doctrina de la asimetría, las huestes Hitlerianas estaban en todo su derecho de invadir a Rusia cuando les diera la gana y matar a quien les diera la gana y hacer todo lo que les diera la gana en dicho país (¡y lo hicieron!), y estaban también en todo su derecho de masacrar a los soldados norteamericanos que habían caído en sus manos, pero los agredidos y las víctimas no tenían jamás derecho alguno de defenderse y mucho menos de responder de la misma manera en contra del agresor, aguantándose cristianamente las ganas de tomar retribución. ¡Bonita doctrina ultraderechista ésta, la de la asimetría! Es así como apologistas del Nazismo tales como Freda Utley y Alfred-Maurice de Zayas (este último en su libro Nemesis at Postdam) denuncian la expulsión de la población alemana de los países que fueron recuperados por las fuerzas aliadas, pero voltean la cara hacia otro lado cuando se trata de recordarles que fueron precisamente los Prusianos quienes dieron inicio por vez primera a los programas de “limpieza étnica” y “alemanización” de territorios, lo cual alcanzó su clímax bajo Hitler. Y si se les pregunta a estos revisionistas: ¿qué es lo que planeaba hacer Hitler con los rusos -a quienes consideraba racialmente inferiores en base a sus doctrinas de supremacía racial- en caso de haber triunfado la invasión a Rusia?, pues de seguro también voltearán su cara hacia otro lado, y no precisamente de vergüenza.

Las únicas “verdades” de Joaquín Bochaca son “la gran conspiración judía masónica comunista”, la “grandeza” del Nazismo, el “mito del Holocausto”, y desde luego la asimetría. Es sobre estas “verdades” que hay que reinterpretar toda la Historia parándola de cabeza. Esta es la clase de “Historia” que quieren implantar en todas las escuelas públicas y privadas, como Hitler lo hizo en su época transformando a millares de jóvenes de ambos sexos en monstruos de maldad.

Como debe ser obvio, dinamitar en su totalidad el libro El Mito de los Seis Millones de 130 páginas de Joaquín Bochaca consumiría por lo menos unas 500 páginas. Sin embargo, con lo poco que hemos visto aquí debe ser clara la calaña de la que está hecho Joaquín Bochaca. Spectator no gastará más tiempo en la crítica analítica del libelo pseudo-histórico El Mito de los Seis Millones del charlatán neo-Nazi barcelonés producto primigenio de la era fascista del dictador ultraderechista Francisco Franco, por el simple hecho de que no vale la pena invertir más tiempo en él. De cualquier modo, la respuesta a varias de las patrañas negacionistas recicladas una y otra vez por negacionistas como Bochaca y sus miserables aliados neo-Nazis como el revisionista Institute for Historical Review se puede encontrar en otras referencias ampliamente disponibles en Internet.

Además del libro ya mencionado de la Doctora Deborah Lipstadt que Joaquín Bochaca mañosamente no incluyó ni mencionó en la extensa bibliografía de su libro, otro libro notoriamente proscrito por Boachaca es Holocaust Denial: Demographics, Testimonies and Ideologies de John C. Zimmerman, de 424 páginas, el cual aunque no fue elaborado por un historiador profesional como la Doctora Lipstadt, sí está extraordinariamente bien documentado, revisado y cotejado por numerosos académicos, incluyendo los profesores de la universidad en donde imparte clases el Profesor Zimmerman (University of Nevada). Este libro es el único que de manera detallada y comprensiva examina a fondo cada uno de los argumentos usados por los neo-Nazis de hoy tal y como ellos los exponen, estudiando sus metodologías, su uso de recursos y sus procesos de razonamiento. Responde a todas las cifras estadísticas que Joaquín Bochaca ha hecho suyas de otros negacionistas y revisionistas y que ha metido en su libro para darle credibilidad a su argumento de que el Holocausto fue un mito. Este libro del Profesor John Zimmerman por sí solo basta y es más que suficiente para desmoronar la totalidad de los argumentos negacionistas presentados por Joaquín Bochaca y sus numerosos compinches. De modo que, antes de salir a la calle para matar a todo aquél judío que se les cruce en su camino, los “adolfitos” y los “cabezas rapadas” de hoy bien harían en leer este libro a fondo antes de mancharse sus manos con la sangre de gente inocente movidos a ello por gente manipuladora y criminal que seguramente se quedará carcajeando al ver cómo hay estúpidos que han decidido hacerles caso.

Si Joaquín Bochaca desea poner a Spectator en ridículo ante la comunidad mundial, ya tiene aquí TRES retos mundiales que le han sido lanzados por Spectator. Naturalmente, Spectator tiene información adicional que no tiene planeado compartir con Joaquín Bochaca en relación a esos tres RETOS, para utilizarla en caso de que Bochaca quiera responder a los retos, porque Spectator no desea perder la oportunidad de seguir poniendo en ridículo a Joaquín Bochaca. Y Spectator tiene acceso a una base documental de datos muchísimo más amplia y extensa que lo que Joaquín Bochaca se pueda imaginar.

¿Por qué es tan importante responder de frente y AHORA al movimiento negacionista del Holocausto?

Porque las generaciones de todos aquellos testigos de primera mano que presenciaron con sus propios ojos la barbarie Nazi se están extinguiendo, y en pocos años ya no quedará ninguno de ellos Esta es la oportunidad dorada que están esperando los seguidores de la ultraderecha neo-Nazi mundial para resucitar en toda su intensidad el horror que consumió al planeta hace más de medio siglo. Ya no habrá nadie que les diga en sus propias caras: “Lo que tú estás negando yo lo viví y lo ví con mis propios ojos”. Ya no habrá nadie que les muestre las cicatrices de los experimentos “médicos” que los Nazis llevaron a cabo en ellos sin anestesia alguna. Ni siquiera habrá ya alguien que les muestre el número de internamiento que les fué tatuado permanentemente en su carne como parte de su confinamiento en los campos de concentración Nazis. Esta es precisamente la oportunidad que han estado esperando pacientemente bien-financiadas organizaciones terroristas secretas de extrema derecha como los Tecos de la Universidad Autónoma de Guadalajara y la Organización Nacional del Yunque. Y han estado esperando pacientemente por décadas.

A mediados de los años veinte del siglo pasado, nadie tomaba muy en serio a un pequeño grupúsculo de fanáticos ultra-radicales en Alemania que no llegaba ni siquiera a cien individuos. Y el mundo entero pagó y sigue pagando hasta el día de hoy un costo estratosférico por tan fatal omisión. Hoy, casi un siglo después, estamos a un paso de cometer la misma equivocación.


Aquellos que no recuerdan el pasado,
están condenados a repetirlo